lunes, 9 de mayo de 2011

Sordomuda

Derrotada por el soportar del terrible lastre que me acompaña a mi desorientada alma sin juicio, ni creencia fehaciente.
Tolerando, sin embargo, su sedoso peso, carga que acaricia mis sordos oídos, mi despejada frente y mis onduladamente cabellos en rebelión.  Sedas que cubren la desnudez de mi piel, para gloriosamente mermar mi ser y hacer de mis dubitativos pensamientos dudosas creencias. Telas que amordazan mis manos para acallar mis labios, ensordecer mis oídos, descuajar mis ojos.
La desesperación de esta angustiosa asfixia hacía ensangrentar mis ojos, hasta llegar a desorbitarse al filo de mis colgaderas. Desesperé la espera, e intenté desafiar la delgada línea de oscuridad entre tinieblas que mi rostro albergaba.
Un día traté de desatar los grilletes que tortuosamente flagelaban mis pasos. Tierna aún, descubrí con el hervir de mi piel ante el yugo materno el improperio de mí ser. Sin embargo, ansiaba tanto el sentir del viento soplar enteramente entre mis más recónditas oquedades o prender ante el fulgor del Sol…
Con el devenir de los años asumí mi condición de mujer. Asumí mis obligaciones, mis imposiciones amatorias, mi dictada fidelidad, mi sumisión esclavizada; bajo aquel velo que encubría mis sueños desenfocados.
Bajo aquella escafandra sedosa fantaseé un mundo en el me despojaba de esos lastres sin ser encausada por miradas en el atisbo. En ocasiones la felicidad se impregnaba precipitadamente con el sudor y aliento del tegumento de aquel velo; lo que me lleva al éxtasis de la libertad de mi desnudez.  
Mis retinas exhalaban dicha en la rutinaria imposición del día a día; hecho que desató la macabra lujuria de un allegado a las entretelas de mis muslos espeluznados. Un callizo, un atropellado envite, un grito mudo, un arremeter embravecido; bastó para resultar  vulnerada sexualmente.
Amargas lágrimas discurrieron por mis ocultas mejillas día tras noche, desconsoladamente.
Hoy el alivio a mi torturado cuerpo llegará al evaporar sus remilgos y pesares. Enjuiciada por relacionarme ilícitamente con el engendró que violó mi sordomuda condición femenina. Resultaré lapidada.
Aún así, no puedo ocultar tras mi velo la esbozada sonrisa que me ronda cada vez más cerca de la sensación de libertad.



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