domingo, 29 de mayo de 2011

Trincheras

Entre moscas rondándole la boca, olisqueaba el mal sabor de su boca. Su mirada marchita difuminaba las sombras, los fulgores de escopeta. Tendido, a la par que empapado de tierra humedecida por las lloviznas matutinas de rocío tempranero; sus músculos encogieron en un último aliento, impulsando así lastimeros bombeos entre estruendos.
Riachuelos rojizos confluían desde lo alto de la sien hasta el concurrido hoyuelo en la barbilla, y una sonrisa colapsaba amordazando todo aquel inhumano retorcer de lo interior. Sus oídos se acallaron dando lugar a Mazurca, mientras Tschaikovsky amarraba con su batuta el volar aquella frágil cometa, la de su moribunda sonrisa. 
Entre trincheras, fuegos y estruendos… su Tschaikovsky retumbaba.



[Que me encanta Tschaikovsky es decir poco o nada. Cuánto evoca lo infinito de mi imaginación… hasta para mí es un misterio. Si nunca escucharon a este genio se pierden todo un mundo.]


sábado, 28 de mayo de 2011


En los tejados madrileños maullaba cantando a la luna de aquel cartel.
Se relamía los bigotes del sabor de lo jugoso que algunos desechaban.
Retozaba entre periódicos pasados, aire viciado y tejas ahumadas.
Sus orejas engrandecían con el ruido sonoro de los murmullos nocturnos,
 sus garras afilaban las rejas de los balcones.
Quería alcanzar las noches estrelladas con el contonear de su espinazo,
aullar para fundirse en una eterna nocturnidad…
Extasiado en un frenesí,  desafiando la gravedad en equilibro,
 danzaba de lado a otro con el timón de su extremindad.
No fue capaz de sortear la inestabilidad de la ingravidez.
Fulminado, precipitó escuchando su último latido al son del crujido de su cráneo.
Salpicó los adoquines de vida nocturna y pardo pelaje.




[El clan de los Búhos]

lunes, 23 de mayo de 2011

 




Querida madre,

He decidido que la vida en el campo no está hecha para estas delicadas manos callosas. Necesito aventuras, saber que del mismo modo que pueden llegar a cuartearse pueden resultar suaves como seda.
 Quiero amaneceres y chaparrones incrustados en la retina de mis recuerdos. Saciarme de sed y rugir de hambre. Saber lo que es la vida por mí misma, detesto vivirla a través de las palabras vacías de otros.
Me voy para poder volver algún día. Estaré bien, me llevé lo necesario.

Siempre tuya,
Juana.


domingo, 22 de mayo de 2011

·Eligĕre·

Elección.

Mamé, ni siquiera me dieron elección, trazaron mis pasos en el camino de lo establecido; incluso antes de que pudiera ver la luz de aquel mundo que ya me esperaba con la palma abierta - la de la malnacida que azotó mi trasero.

Derramé lágrimas desde los comienzos hasta el que hoy se anuncia, mientras, un ente aguarda expectante lo morboso de mi intranscendencia. Esta sombra acechante del deber ser -verbo que a duras penas consigo conjugar con fluidez- atosiga azuzándome a caminos bifurcados.

Encarrilé, a los ojos de los correcto, mi incipiente para manejar las artes apropiadamente necesarias para un cuándo, dónde, cómo y porqué; no pude empuñar un pincel para crear colores de la nada o del todo de mi efímera.   

Elegí: Blanco sobre negro, negro sobre blanco, vacio o lleno. Tan sólo mis gritos mudos son capaces de desbordar el vacio del blanco con unas gotas de negro, para salpicar la plenitud de un negro delineado curvamente con lo blanquecino de los difuminados caminos bifurcados.

Traté, de establecer la definición exacta, atinar a dar y no desparramar.

Reflexioné en el lecho nocturno de lo ajeno, para no viciar la elección con el salvaguardo de lo conocido. Inevitablemente la influencia enturbiaba la elección. Guía establecida: el deber del ser, lo político de lo correcto, lo esperado… Algo para mí fin. Su fin.

Giré: Ni frente ni espalda, ni norte ni sur, ni izquierda ni derecha, ni blanco ni negro. Explorar.



Incertidumbre.

En la elección.

En la soledad de mi propio deber, el de nombrar por elección para cargo o dignidad – de quién-, la preferencia hacia alguien o algo para un fin -cuál.




miércoles, 18 de mayo de 2011

...se hace camino al andar.

Desde que tengo uso de razón él siempre ando con la lucha de los derechos de ciudadanos; quizá fue porque le tocó vivir de cerca la represión entre las mordazas de un militante ilegítimo. Algo que aún conservo de aquella educación paterna fue la de luchar por aquello que deseo, no rendirme; pero no dejar que hagan sonar el crujido de mi cráneo.
Aún con estos referentes referenciados algo falló. Supongo que la comodidad de una juventud copiosa hizo olvidar ciertos valores inculcados. Estudios, pagas, salidas nocturnas, botellones, algunos caprichos… la juventud parecía estar resuelta, pocas preocupaciones quebraban mis sesos.
Con el tiempo algo empezó a fallar. Me encontré de repente en tierra de nadie ante una plaga de necedad sordomudamente ciega. Había pasado tanto tiempo en mi burbuja del bienestar otorgado que no fue hasta que aquel camino borreguil hizo su parada en: “Aquí comienza su vida adulta- sentimos las molestias por obras”, cuando empezó todo.
Aquel lugar estaba atestado de socavones, cables pelados, muros derruidos, goteras, vigas inestables… La gente precipitaba al vacio de aquellas oquedades, estaba empapada por todas aquellas goteras, o se postraba electrocutada… En menudo caos fui a parar. Realmente habría que llamar a una cuadrilla de operarios que arreglara todo aquello. Pregunté a los semejantes que pasaban por allí, y nada. Obtuve respuestas muy variadas, eso sí. “¡Psstt! ¿A mí qué me estás contando?”, “Y que yo me queje… ¿de qué servirá?”, “¡Baaaah! Yo con rozar los mil, me conformo.” “Pues sí… vaya mierda. ¿Unas cañas?”.
¿Qué estaba pasando? A caso toda esa gente llena de energía, carente de arrugas y canas no veía lo que yo, y si lo veía ¿pasaba? Yo no fui menos, pasé de igual modo.
Aún así me seguía sintiendo ridícula en aquella atmosfera del conformismo, desidia, mal-hacer, etc. No entendía cómo aquella gente si podía encontrar la unidad ante la posibilidad de que un equipo de fútbol ganase un Mundial, o que algunos incluso fueran capaces de enfrentarse a la autoridad policial por reivindicar eso de botellón en plazas, u otros se negaran en rotundo a dejar el cigarro a la entrada de establecimientos arriesgandose a sanción… Algo chirriaba tan agudamente... no éramos capaces de afinar los oídos y percatarnos de que nos estaba dejando sordos.

Hace un par de días el chirrido se atenuó, se convirtió en el estruendo de jóvenes al unísono de revueltas. Esto me hizo volver a creer lo que sospechaba, no le había comido el gato la lengua a la juventud. Un poco tarde, quizá a destiempo, pero despertaron del letargo algunos adormilados- entre esos yo misma.
No puedo evitar ilusionarme por lo que oigo, veo, leo- tanto para bien, como para mal. Todo este romanticismo inicial- el de estas explosiones espontáneas o no planificadas- en diferentes puntos de la geografía Española pueden ser el detonante de la chispa que hace falta para una verdadera reconstrucción de todo esto.
Sin embargo, la consecución de la democracia real requiere un trabajo meticuloso y prolongado; habrá que concretar más ideas, crear una asociación, quizá un partido, algún líder o cabeza visible para llegar al parlamento, tener algún poder de influencia, etc.etc...- la gente no vota abstracciones.
Desconozco a que llevará todo esto, pero lo que no quisiera es que todo esto quedará olvidado, en cuestión de semanas, y no saber porqué comenzó todo. Solidez.
Probablemente muchos prefieran contemplar la imagen de un pasado inmediato próspero y estable, a la de un futuro repleto de incertidumbre y aventuras; donde no se cuestione la autoridad ni la naturaleza del sistema, sino más bien a los personajes que lo pululan y se albergue esperanzas en que sus reservas mejoren la situación- en caso de fallo. ¿El personal realmente quiere más de lo mismo con una gestión eficaz?

Desde que me apeé en aquella parada de lo adulto aprecié ese borrón- que tan feo hace- llamado crisis en todo un sistema político e institucional,  que ha venido condenado a una generación, sin techo, ni futuro… No obstante, todos tenemos nuestra parte de responsabilidad ante este borrón, y aunque ha podido venir impuesto por el sistema capitalista, por acción u omisión nadie podemos irnos como si nada. El sistema actual debe cambiar para adaptarse y hacer frente a los problemas de esta sociedad- los de todos-  y en este quehacer no sólo son los partidos son los que deben cambiar y ponerse a trabajar. No podemos dejar en manos de esos “profesionales de la política” nuestras vidas.

Llamadme ilusa… pero creo que nunca es tarde.




[Caminante no hay camino, se hace camino al andar.]


martes, 17 de mayo de 2011

La Vigilia de los bubos



Dibujaba con el roce de los pliegues de la cama las noches, los días, las marquesinas hacinadas y la soledad del gentío en aquella espalda quebrada por el tiempo del quejido.  
Se inhalaba así mismo, dando caladas al hervir de sus ideas. Se roía el emergente sudor de aquella piel, para regurgitar después la ansiedad.  Carroñero que destripaba su visceral sentir.
Se retorcía dolorosamente entra las anudadas y ásperas sábanas intentando estrangular la desesperación de no encontrarse. Sus codos corneaban sus costillas, haciendo vibrar sus hombros y estos a su vez hacían aletear su nariz para colapsar así sus orejas a punto ya de alzar el vuelo. Despegue fallido, el de fumigar los cultivos en barbecho de los pensamientos. 
La angustia carcome sus oídos, ante el sepulcral de los cimientos adormecidos. Grita… en un mundo de sordos, en una noche vacía.
Las sombras de sus ojos vuelven a inundar de oscuridad su rostro, el peso de esas ojeras legañosas hacen precipitar su balanceo a los pies de la cama. A tientas busca una bocanada de frescor vaporoso que adormezca sus neuronas, que calme lo sangriento de sus corneas.
De pronto, un “tic”… un “tac” y otro más. Frunce el ceño. “Tic”.  Desencaja su mandíbula. “Tac”. Desgañitan sus intestinos. “Tic”.  El tintineo de los susurros en madrugada azotan sus pasos, que desesperadamente buscan la perdición de sus sentidos, enajenación, fulminarse ante el letal estoque de Morfeo.




[Fragmento de El Clan de los Búhos, por Raquel Castán]






lunes, 16 de mayo de 2011

Caras


No éramos tan diferentes como podía parecer, no era cuestión de color de pelo, pecas o maneras de usar el cepillo. Nuestro nexo iba más allá de lo tangible, éramos dos caras de una misma moneda, sin ser capaces de ver nuestras caras relegadas a la vuelta del canto; sólo lo éramos de ver a quien nos metía en su bolsillo para siempre tener cambio.
Sé que te preguntas qué esconde mi cara a tu cruz, la razón por la cual hacer que él no lanzara de nuevo la moneda al aire. Un día fui de igual modo olvidada entre los papeles emborronados por los garabatos del ego. Dejé de ser aquella moneda reluciente que tanta suerte proporcionaba a sus ojos, el tiempo emborronó mis destellos dejando así de captar su atención. Rodé de mano en mano, cual falsa moneda, no encontré el calor que esas proporcionaban. Con lo que aproveche el roce que todas aquellas sudorosas manos me proporcionaron para sacar brillo al níquel de latón de mi redondez.
Funcionó, volví a captar su atención. Volvía a adorar mi tacto, mi estriado discontinuo, mi luz... No obstante, las espirales mentales que un día intentaron llevarme a cómo, por qué, cuándo… abrieron mis tupidos ojos. Nunca sabría apreciar por muy reluciente que me mostrara mi fulgor. Opté por lanzarme y dejarme rodar, lejos, tan lejos que podría decir no haber vuelto a necesitar destacar para relucir entre otras tantas.

Lástima, nunca veremos nuestra cara o cruz…



sábado, 14 de mayo de 2011

Llegó [Las edades de R.]

  Me encantaba contemplarla. Sobre todo desde aquella posición.
Espanzurrada mi corta estatura en aquel sofá era capaz de ver como aquel volcán me impedía apreciar enteramente su rostro. Tan sólo podía vislumbrar como algunos mechones asomaban tras el volcán a punto eructar su lava incandescente. Jadeante humedecida por el sofocante calor de Agosto y con unos pies propios de un Trol, podía escuchársela ente murmullos.
La televisión sintonizada en un programa infantil. Yo andaba más concentrada en cómo aquel volcán en forma de monstruo de grandes pies y sin cabeza resistía la batalla cuerpo a cuerpo contra calor veraniego, a base de resoplidos que hacían revolotear aquellos visibles mechones.
Entre sus quejidos, de repente pude oír: “Cariño, por favor. ¿Puedes llenarme el vaso con agua fresquita de la nevera?” Antes que el Trol hubiera incorporado el codo, ya había arrebatado de su mano el vaso.
De camino al frigorífico, me encontré con ella; brillantemente azabache, pizpireta, inquieta y por supuesto tosca. Sus oscuros ojos se clavaron en mí y relinchó de alegría. No lo puede resistir, cogí las cortas riendas que rodeaban su pescuezo y… “¡Yiiijaaa!” La amazona y el corcel volvían a aventurarse en la selva esteparia del Sahara. Cabalgamos entre Baobabs, cruzamos el Mississippi, nos adentramos en grutas, visitamos a Chema el panadero y nos invitó a tarta de cinco chocolates, dimos indicaciones a Alicia para encontrar al escurridizo Señor Conejo…  Entonces recordé: ¡el Trol! Estaría esperando aquel líquido helado que hacía cesar el babeo constante de su lijada lengua, y se enfurecería si no le llevaba rauda aquel líquido.
Recordé que a lo alto de la montaña blanca todavía quedaban nieves primaverales guardadas al buen recaudo de un cofre. De camino a la montaña paramos orilla a una catarata para recoger un poco de agua, mientras mi corcel zambullía su lengua en el nacimiento de la misma. ¡Puag!- mira que eres cochina Tosca. Me lamio la mano - dije cochina, rectifico: requeté cochina- y pusimos marcha a la montaña. Al llegar a lo alto de la montaña aprecié que tendría un problema para hacerme con el cofre que contenía todo aquel hielo congelado. Encontré un autentico impedimento: mi altura; mi estatura no me permitía alcanzar aquel cristal helado. Vislumbre a lo lejos una roca de madera, no parecía pesada, serviría para auparme y alcanzarlo. Tosca me ayudó con su hocico y mantuvo su atención clavada en mi desestabilizada habilidad para trepar. Abrí el cofre que contenía aquel congeladísimo cristal y…
¡Pero bueno Raquel! ¿Qué te crees que estás haciendo?- el Trol había desesperado la espera y con sus enormes pies en cuestión de segundos alcanzó la alejada montaña. ¡Gauu, gaaauuuu, gaauuuu!- Tosca por puro miedo al reproche secundaba aquel sermón. Pero mama…- contesté cabizbaja subida a aquel inestable taburete con uno de mis brazos escarchado metido hasta fondo del congelador. Ni pero, ni pera, jovencita. ¡Te he dicho mil veces que no te subas ahí!- dijo mama gritando uno de esos argumentos sacados del manual de la madre.
 Pero…- intenté explicarle; pero mi cara se descuajaringó, como solía hacerlo Míster Potato entre las zarpas de Tosca, al ver aquel charcho a sus pies. Expiré una risita, pensando que mama ya era mayorcita para hacerse pis. Señalé aquel charco, pero mama ya se había percatado en el momento de pronunciar “… subas ahí”.
¡Ya viene!- exclamo entre temblores con sonrisa ladeadamente siniestra. Pero… ¿q…, qué, qui…., quie…. quién?-desconcertada pregunté.







[Dos de diez. Mira que pasa el tiempo y yo sin percatarme conscientemente de que ya aprendiste a hablar, a decir mi nombre bien, a no usar ruedines, a fumar, a no mirarme desde abajo… Por unos diez de diez y desaprender juntas de la mano.]









miércoles, 11 de mayo de 2011

Martha.



Comenzó cuando apenas era una niña recién instalada en Santa Bárbara. Tras quedar embelesada por las delicadas líneas que Ruth St. Denis era capaz de dibujar, de la armonía de su cuerpo comenzó emerger un destello. El vanguardismo de Gumnok School hizo contener por un tiempo su curiosidad motriz. Tras diplomarse, Ted cuidó bien que cada uno de los pasos que daba marcaran un sentido, una sensibilidad; que transmitieran el arte en movimiento que su aparato locomotor era capaz de expresar. Estos pasos llevaron a sus caderas moldeables, sus brazos dispuestos, sus piernas reflexivas y su rostro expresivo a New York. Las grandes cristaleras de los rascacielos inspiraron nuevos reflejos que alcanzar con su contorsionado. La rectitud del movimiento y estudiadísimo diseño anatómico comienzan a sumergirse en una pupa, modelando la papilionis que acompasaron gesto y espíritu.
Introspección, antigüedad hebrea, pasiones, vastos paisajes de lo americano, discriminación de minorías, poesía… tan sólo fueron algunos de los movimientos que sus pies dibujaron en escenarios. Su cuerpo era capaz de trazar, con tensiones y torsiones, como el hombre se enfrentaba a su medio en el mundo de lo subconsciente.
Martha falleció a sus 96.








[El sumergirme esta mañana en mí pecera asignada y ver que la cabecera de mi buscador bailaba como lo hacía Martha me ha arrancado de cuajo una sonrisa, que será difícil de desdibujar. Más aún cuando, casualidades de la vida,  hace no mucho comencé a hacer algunos bocetos inspirados en sus movimientos y coreografías. Algún día colgaré algunos bocetos. ¡Buen día!]


lunes, 9 de mayo de 2011

Sordomuda

Derrotada por el soportar del terrible lastre que me acompaña a mi desorientada alma sin juicio, ni creencia fehaciente.
Tolerando, sin embargo, su sedoso peso, carga que acaricia mis sordos oídos, mi despejada frente y mis onduladamente cabellos en rebelión.  Sedas que cubren la desnudez de mi piel, para gloriosamente mermar mi ser y hacer de mis dubitativos pensamientos dudosas creencias. Telas que amordazan mis manos para acallar mis labios, ensordecer mis oídos, descuajar mis ojos.
La desesperación de esta angustiosa asfixia hacía ensangrentar mis ojos, hasta llegar a desorbitarse al filo de mis colgaderas. Desesperé la espera, e intenté desafiar la delgada línea de oscuridad entre tinieblas que mi rostro albergaba.
Un día traté de desatar los grilletes que tortuosamente flagelaban mis pasos. Tierna aún, descubrí con el hervir de mi piel ante el yugo materno el improperio de mí ser. Sin embargo, ansiaba tanto el sentir del viento soplar enteramente entre mis más recónditas oquedades o prender ante el fulgor del Sol…
Con el devenir de los años asumí mi condición de mujer. Asumí mis obligaciones, mis imposiciones amatorias, mi dictada fidelidad, mi sumisión esclavizada; bajo aquel velo que encubría mis sueños desenfocados.
Bajo aquella escafandra sedosa fantaseé un mundo en el me despojaba de esos lastres sin ser encausada por miradas en el atisbo. En ocasiones la felicidad se impregnaba precipitadamente con el sudor y aliento del tegumento de aquel velo; lo que me lleva al éxtasis de la libertad de mi desnudez.  
Mis retinas exhalaban dicha en la rutinaria imposición del día a día; hecho que desató la macabra lujuria de un allegado a las entretelas de mis muslos espeluznados. Un callizo, un atropellado envite, un grito mudo, un arremeter embravecido; bastó para resultar  vulnerada sexualmente.
Amargas lágrimas discurrieron por mis ocultas mejillas día tras noche, desconsoladamente.
Hoy el alivio a mi torturado cuerpo llegará al evaporar sus remilgos y pesares. Enjuiciada por relacionarme ilícitamente con el engendró que violó mi sordomuda condición femenina. Resultaré lapidada.
Aún así, no puedo ocultar tras mi velo la esbozada sonrisa que me ronda cada vez más cerca de la sensación de libertad.



jueves, 5 de mayo de 2011

Mares de China.



Se toparon, tontamente, intentando escapar de las agudas gotas de lluvia. La lentitud del tiempo empezó a hacerse notoria, apenas transcurría... Por momentos los minuteros se desvanecían en aquel aguacero.
De repente, las nubes despejaron la oscuridad del cielo... y un beso fue musitado al bajar la guardia. Aliento ensalivado y ya los ojos se intuían cerrados. Un beso de los que hacen enloquecer entre los bordillos de la ciudad, saltar charcos primaverales, cruzar a ciegas la Gran Vía, descubrir estrellas entre los tubos de escape… Se perdieron del mundo rodando uno sobre otro.




[Noches de insomnio obligado…]

lunes, 2 de mayo de 2011

Último pensamiento



Saben, a veces pienso que soy un despropósito de introversión, fachada seria, y felicidad estreñida. Mi mirada me delata las más veces, mis labios, mis labios siempre lo hacen; aunque no se pronuncien, resultan mejores oyentes que oradores. Siempre esa sonrisa atenta, con los pabellones bien abiertos; desembocando a menudo en un parloteo risueño: risa. Odio lo adorable que puede llegar a resultar tanta dentadura ampliamente exhibida, y más aún cuando se desprende alguna lágrima desbordante de alegría.
Así pues decidí convertirme en un ogro de esos mugrientos de lodo y babas, con lombrices entre sus orejas peludas, dientes alternadamente roídos y ennegrecidos, aliento fétido, sudorosa piel agrietada, y malhumoradamente tóxicos. Fue en vano… resulto que los ogros son seres encantadores, de corazón enano y cerebro aún menor pero de una sensibilidad y civismo asombroso… y no huelen tan mal.
Con ello, ando buscando en mi listín telefónico algún ser vil que arranque de mí todas las cosas buenas y las sume al maletín de mis peores. No ha habido suerte, mi listín sólo está lleno de gente alucinantemente asombrosa… incluidos aquellos que me provocaron y provocan los más desconsolados llantos. Ummm...… ¿Alguien me puede pasar algún vil contacto?


domingo, 1 de mayo de 2011

El valeroso de Don Quijano. [I Parte]




En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Era aqueste un paraje donde el cloqueo de gallinas enmudecía al bravucón gallipavo revelando así la fulgente caricia del Sol en los lomos de las llanuras, desvelando a sus gentes del dulce pernoctar, y haciendo de la azada un nuevo labrar.
De entre el fulgor del día, el susurro de cerdas escobadas en patios, el bramido de infantes veloces y el tronar del relincho de corceles, amanecía Don Quijano. Mal llamado en su infancia Alfonsín, por su espigado aspecto y su longa cara de patidifusas retinas. Fue un muchacho distraído de mente, poco parlanchín y aún menos triscador. Aún así, algo fue fraguando durante su tierna inocencia: una trémula obcecación por lo fatuo de la fantasía. La incipiente chispa -que remataría su juicio hasta sus entrados cuarenta- fue el hallazgo a sus seis del único libro que había en la hacienda. Sus amados padres -y los amantes de estos, y por supuesto, el resto de mozos al servicio- eran gentes más dedicadas a la administración de la hacienda y al laboreo de campo que ha cubrir sus mayúsculas carencias lectoras. Nunca se preguntó cómo deparó allí. Lo contempló atónitamente, como el enamorado que embelesado mira. La esencia  de sus hojas se le embutió desde sus fosas y a sus cuencas, que centellearon ante las agolpadas palabras. Fue en ese momento, cuando Alfonsín comenzó a afanar con decoro todo libro que se cruzaba. No intentaba recordar qué acontecía en aquellos, lo único que imploraba era que le aportaran valor y la certidumbre de que existía más vida de la que se podía llegar a abarcar.
Aquel amanecer, cómo uno de tantos, Don Quijano- llamado así mismo “El valeroso” tras sus batallas frente a feroces mercenarios a las órdenes de gigantes y enanos con canes de fuego- asomó su escurrir al balcón completamente despojado. De esta manera se hacía con la vigorosa fuerza del Sol a la vez que purificaba su ánima de los vetustos males ocasionados.
De repente, se escuchó en la lejanía de las caballerizas el graznido corpulento de un hombre. Don Quijano, ante esto, agudizó su zángana mirada en lo alto del balcón, vislumbrando así la robusta figura de su escudero Sancho. Santiago “El ancho”, al que todo el mundo conocía como Sancho, era no más que un campesino que labró un día las tierras que un joven Alonso regentaba. Sin embargo, una noche de vino aligerado- entre burlas y carcajadas- los labradores, arrieros y doncellas de la hacienda lo invistieron con los honores de escudero de Don Quijano. Hecho que no cayó en vano, pues al joven Alonso le complació tanto la idea -la de disponer de un escudero- que le desquito de sus obligaciones de labranza ofreciéndole el eterno barbecho a sus curtidas y encalladas manos. Sancho cumplió beatamente su nuevo quehacer, acompañando a Don Quijano allá donde los confines de su imaginación le encauzaban. El escudero también fue abatido por aquel mundo de lo literario.
En tiempos de antaño fueron, sin duda alguna, aventureros andantes en busca hazañas caballerescas por las comarcas. Burlaron la suerte de diablillos bandoleros, rescataron a ninfas de su infortunio, se enfrentaron a ejércitos de ovejas embravecidas por el cólera de caparras y patera, y de entre un sinfín de desventuras que desgastaban la sinrazón. Con el devenir de los años, sus andanzas en aquel mundo menguaron con el medrar de las longas arrugas y blanquecinos azabaches.
No obstante, la mañana de ese día les traería una nueva peripecia. Sudoroso Sancho trataba de acelerar sus rechonchos muslos a la puerta principal entonando en sus labios un alarido de asistencia. Apresuradamente Don Quijano vistió su desnudez enredando sus holgadas barbas entre las costuras de sus ropajes, galopó con agilidad el declive de las tortuosas escaleras hasta alcanzar finalmente las atolondradas palabras de Sancho.


[Un fragmento de un relato para el Certamen Premio Relato Breve para El País, Alfaguara & Círculo de Bellas Artes. Un verdadero placer literario haberme sumergido en el mundo cervantino y haber creado mi propio Quijote. ¡Buena suerte a todos los participantes!]