miércoles, 7 de diciembre de 2011

Perdidos

La gente se pierde y sobrevive, pasa constantemente. Yo me perdí cuando tenía once años, pasé nueve días  en el Mont Tendre comiendo bayas y limpiándome el culo con hojas de hayas.
Mi familia no se enfadó, ni se asustó siquiera, no se percataron de mi ausencia.  Mi madre estaba en un congreso en Basilea, mi padre probablemente habría aprovechado su ausencia para encontrarse con Verena, su amante. Y Hans se estaría colocando en alguna ciudad de Europa con su banda de rock, mientras decían estar abriéndose mercado más allá de Suiza. Ni se habían enterado.
Conseguí volver a casa solo. No me pasó nada, salvo una descomposición de aúpa por indigestión de bayas y un ligero escozor de ano. Cómo picaba.
La diferencia esta vez… es que Alice tiene, al menos, alguien que la busque… yo. Allá voy Himalaya.



jueves, 17 de noviembre de 2011

Vida ajena



Hoy  29 de Octubre de 2011, me han despedido junto a 1.102 empleados en plantilla. Puedo decir que ya soy parte de los 2.780.000 de desempleados de mi país. Nadie es imprescindible.
Ya no sonará el despertador a las 5:55 cada mañana, ni me llevará 39 minutos y 35 segundos el arreglarme suficientemente para pasar 11 horas y 39 minutos fuera de casa. No tendré que apurar las aceras encharcadas, ni las escaleras humeantes de la línea 1 de metro que pasa a las 6:48 hacia La Défense. No tendré que soportar la amalgama de olores mañaneros durante 28 minutos bajo tierra. No compraré por 1,80 euros el periódico en el kiosco situado a  42 pasos de distancia de la puerta del edificio donde trabajaba. No me alejaré 50 pasos más para pedir un café au lait y tostadas por 2,50 euros. No volveré a cruzar el despacho vacío de mi jefe a las 7:41, ni teclearé mi password: 001001001.
La meticulosa vida que he desarrollado durante los últimos siete años, ocho meses y tres días me ha llevado a centrarla únicamente en el logro de éxitos profesionales con un fin despersonalizado, y hoy se ha truncado. He estado cerca de lograr mi meta profesional a sólo tres meses y cinco días de alcanzar los 34 años, y en tan sólo cinco horas y un ansiolítico de 0,250mg he asumido la derrota de mi fracaso personal. He tirado por la borda 2802 días de mi vida centrándome en un sólo objetivo. Mi numérica vida suma uno, independientemente de los dígitos que contengan mi cuenta bancaria o los segundos que recorte cada día en el almuerzo para sumarlos a mi esfuerzo frente a una maquina. El abismo del uno me corroe. Siempre he sentido de menos y he pensado de más, he sido uno de los primeros en despertarse y último en acostarse. He coleccionado contactos nunca amigos, he tratado de querer sin saber amar ni amarme. En definitiva, el reflejo de mi egolátrica proyección ha eclipsado mi yo.

No era mi día, ni mi semana, ni mi mes, ni mi año, ni desde luego mi vida.

martes, 15 de noviembre de 2011

Charles Bukowski

Esperando la muerte
Como un gato
Que va a saltar sobre
La cama

Me da tanta pena
Mi mujer

Ella verá este
Cuerpo
Blanco
Rígido
Lo zarandeará una vez y luego
Quizás
Otra:

¡Hank!

Hank no
Responderá.

No es mi muerte lo que
Me preocupa, es mi mujer
Que se quedará con este
Montón de
Nada.

Quiero que
Sepa
Sin embargo
Que todas las noches
Que he dormido a su lado

Incluso las discusiones
Más inútiles
Siempre fueron
Algo espléndido

Y esas difíciles
Palabras
Que siempre temí
Decir
Pueden decirse
Ahora:

Te amo
.

[Ando un tanto sumergida en él]

lunes, 7 de noviembre de 2011

Gotas de lluvia

Como dos gotas siamesas que al precipitar quedaron cercenadas por vientos del sureste, fuimos, seremos. Una cayó en picado, otra se entretuvo en un desliz entre plumas de Oca despistada de su bandada, una abasteció poblaciones de secano, otra regó campos en barbecho. Esenciales y  finitas… fuimos, a partes,  iguales y distintas. Gotas que a destiempo salpicaron altos abuhardillados y felinos inquilinos, bañaron callejeos otoñales, colmaron tazas de té, enjabonaron desnudos en bañeras, rociaron amaneceres primaverales, calmaron la sofocante canícula; pero sin saber, fueron deslizándose entre sábanas tendidas en cuerdas desflecadas por un adiós a tiempo y certero. Evaporamos con el fin del verano, con el inicio de un nuevo devenir borrascoso.  
Volvimos a nacer de un nimbo, esta vez a tiempo, pero distanciadas por las cordilleras del norte. Volvimos a precipitarnos sobre cabelleras desnudas e impermeabilidad plastificada, confiadas, valientes, erguidas… sonrientes.  





[No estreno Musa, lleva un tiempo sonriéndome con sus guiños, pero hoy te sonrío yo. Gracias, aunque tú no lo sepas]

viernes, 4 de noviembre de 2011

Amigos *


-Hola..
-Buenos días… (sonrío)
Sí a ti. Sí, sí… No mires para otro lado, no gires la mirada como si esto no fuera contigo, como si fuéramos dos desconocidos. Creo que ya hay suficiente confianza ¿no? Después de estos dos años podríamos incluso considerarnos amigos, ¿no crees? ¿no? Pues yo así lo creo. Llamé osada.
La verdad es que he llegado a conocerte muy bien, demasiado bien diría yo. Sé que cada mañana desayunas una manzana de camino al trabajo y prefieres el cola-cao al café. No sueles cocinar en casa, eres más de comer fuera, aunque no se te da mal eso de cocinar…  Haces unas berenjenas al horno de lujo, tanto, que han servido en más de una ocasión como arrojadiza arma de seducción en citas en tu casa. Seguro que tras cenar berenjena espolvoreas canela en tus postres, buen conocedor de afrodisiacos tú.

Trabajas como ingeniero en una empresa de telecomunicaciones, empezaste haciendo prácticas, te vieron tan capaz y locuaz que no dudaron en contratarte; y allí llevas casi ya dos años, feliz. Eso sí, el frenético ritmo laboral no te desquita de tu entrenamiento diario de cincuenta y cinco minutos de carreras alternadas con musculación los días impares, los pares los dejas para relajarte nadando una horita. No te gustan los bañadores largos, odias como te deja el pelo el gorro de piscina y no te desagrada del todo el olor que te deja el cloro en las manos.
Eres un ser peculiar en cuanto a olores se refiere, de pequeño pensabas que tu extraordinario sobre-desarrollado olfato podría derivar en un sentido arácnido que te colgaría por las alturas madrileñas. Te chifla mirar desde los bajos las alturas, a veces te quedas minutos mirándolas con la boca abierta como un chiquillo mirando luces navideñas.

La Navidad… la soportas a medias. Las aglomeraciones no tanto y qué decir de la hipocresía navideña que florece, aún así, te hace sentir arropado por las capas múltiples de jerseys y camisetas que portas y por las múltiples bufandas, guantes y gorros que cada año te regalan tus cinco tías. No eres de hacerte propósitos de año nuevo.

Te encanta hacer regalos, más bien tener detalles a destiempo como los llamas tú. Sueles sorprender a quienes te rodean con algún detalle inesperado. Es lo que nos encanta a las mujeres, ¿sabes? Si alguna de mis parejas hubiera alguna vez tenido algún detalle a destiempo… no tendría la colección entera de getas y cafres de pelo en pecho.
A pesar de eso, eres un hombre como todos… que al ver por primera vez una mujer no ve más allá de un escote o un trasero. Aunque eres un tipo discreto y no dejas reguero alguno de baba. Se agradece, no sería la primera vez que me escalabro con la ensalivada testosterona de algún amigo. Me pregunto si alguna vez te habrás fijado en mí como lo haces cada vez que cruza la puerta una nórdica de metro ochenta. Sé que alguna vez me has mirado, más de una vez hemos compartido alguna mirada furtiva o sonrisa en alguna situación graciosa. Incluso hemos compartido indignaciones o empujones, ¿recuerdas los del último verano con la llegada del “tsunami papal”?

No tienes hermanos, tienes hermanastros que con el tiempo se ha convertido en algo más parecido a amigos que a hermanos. Esperas un “sobrinastro”, no sabe ni andar y ya tiene triciclo propio, entrenador personal de natación y iPad. Serás un buen “tiastro”.
Te gustan los niños, como entretenimiento no como obligación. De no haber terminado la ingeniería te habrías pasado a hacer magisterio. Sin embargo, Lucy, tu novia de facultad, te dio el empujón que necesitabas. En tus primeros meses de prácticas y en su segundo año de doctorado ella se marcho a Escocia a hacer una estancia y tú decidiste que la cama de su compañera de piso resultaba más cálida que su ausencia.

No eres amigo de hablar por teléfono pero tu madre te llama desde Gijón cada lunes para ver qué tal comes, llamas a tu padre cinco veces al mes a primera hora de la mañana para saber de él, Susi llama casi cada semana para chismorrear y hablar de crisis varias,  Rafa te llama cada jueves, con puntualidad inglesa, a las seis y veinte; habláis de la semana, de los planes para el fin de semana y acabáis quedando en Whellams para compartir un par de cervezas, o tres, o cuatro…

Eres amante de la música, conoces casi cada guitarrista, bajo, violonchelista, cantautor,  saxofonista, tenor, trompetista, soprano, banda, director de orquesta, percusionista, solista… de medio planeta. Coleccionas instrumentos. De niño tocabas el violín y el piano. Ahora sólo quedan algunas notas nubladas en tu memoria que en ocasiones despiertan del letargo.

Como has podido apreciar… escribo. No soy una gran escritora no ostento a tal galardón, de momento trabajo como periodista deportiva para un diario digital, de ahí que siempre lleve en la mano algún periódico de tal calibre. Qué ironía ¿eh?, si ni siquiera me gusta andar. Quizá, algún día puedas llegar a leer mi propia columna en algún periódico nacional y ,quizá, sea ese día cuando sepas mi nombre. Tú tienes pinta de Toni o Martín. A parte de escribir, interpreto. Esto ya lo sabes pues en más de una ocasión te he pillado entrometido en alguno de los guiones teatrales que memorizo durante el trayecto. He trabajado en alguna obra conocida, con papeles secundarios siempre. Ese es mi gran sino, siempre he sido secundaria para todo. La segunda hija de cuatro hermanos, la segunda de mi promoción de Secundaria, la segunda en el campeonato manchego de ajedrez, hasta vivo en un segundo.

Próxima parada: Goya. Correspondencia con: línea 2

Oh… vaya, esta es mi parada. A ti todavía te quedan cuatro. Bueno pues… hasta la tarde a eso de las seis y diez, si ninguno de los dos se entretiene. Quizá tras el habitual saludo tenga el valor para decirte algo más. Pasa buen día amigo de rutina.






[No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, más que una realidad un hecho. Cómo añoro escribir en los vagones.]



*Forma parte de la serie de relatos: “Correspondencia con”

jueves, 20 de octubre de 2011

Especies mutualistas

Desanuda con fuerza y…
desgárrame de estos miedos:
del vivir sin saber respirar los días,
del despedazar el pernil con hojas de papel
del esconder mi deformidad frente a mi orgullo
del fumar sin inhalar las bocanadas,
del oír y no escuchar mi voz
del pretender y dejar de ser.

Y tú frente a mi reflejo puro,
desnudo e inmundo…
enséñame a vivir la propia
 y no la de quien quieren que viva.
Enséñame a pensar por mí mismo
y  no ser repetición de alguien que ya fue.
Siendo en mi estado y estando en mí, soy.

viernes, 14 de octubre de 2011

Camarada

Del espanto espantoso
de mi  asombro
el pánico se hizo presa
de mi hazaña taciturna.
Una daga, ¡camarada!
Una daga ensangrentada,
envenenada…
con el jugo aciago de mi rabia.
¡Pardiez!
Qué infortunio el de aqueste
que solloza compasión
por plegarias de su alma.
A la espera de condena,
aguardaré en la lejanía
de vuestra mortecina maestría.
Pues ya que usted yace,
no quisiera incomodar 
a los que lloren hoy su muerte.
Con las mismas, y sin daga,
me despido, camarada.

lunes, 26 de septiembre de 2011




-          Bueno pues, será mejor que me marche…
-          Pues si marcha usted, más mejor…
-          (Cambia de idea y se sienta al borde de uno de los brazos del sofá. Saca un cigarrillo del bolso) ¿Tiene usted una cerilla, querido?
-         
-          Si hace el favor, querido.
-          No faltaba más (Distraído y azorado introduce la mano derecha en el bolsillo de la chaqueta sacando de está un pañuelo bordado un tanto arrugado, con el que se ayuda para quitarse la bota). Tome.
-          ¿Qué es esto, querido?
-          ¡Ah! Perdóneme. Esto es para encender la cerilla. Resulta bastante práctico ¿sabe? Por eso siempre llevo una bota. (Enciende la cerilla con la suela de la bota)
-          Vaya… gracias, querido.
-          (Contempla embelesado, como su diminuta nariz es capaz de expulsar tal humareda) Parece una chimenea, pero… ¡diantres, qué estilo de echarlo por la nariz!
-          (Sonríe complacida) Gracias querido.
-          ¡Qué tía! (Algo perturba la incomodidad de un silencio ahumado)
-         ¿Qué ha sido eso?
-          Nada
-          (Se repite el ruido de alboroto en la cocina) ¿Y ese ruido?
-          ¡Ah! ¿Ese ruido? Pensaba que se refería a la incomodidad del silencio… “Eso” es el gato.
-          Pensaba que vivía sólo (dando una calada plácidamente al cigarro)
-          Hombre, el gato no es que tenga mucha conversación.
-          Compañía hará la suya… Aunque mucho mejor vivir con un gato, un gato que no hablé, claro. No como yo que vivo con mi hermana, mi cuñado y mi sobrino. No se puede hacer usted idea lo que es tener que oír a gente a todas horas, y además, tener que hablarles. Un horror querido. Por eso, estoy tan interesada en formar parte de la compañía. Necesito alejarme. Y dadas mis grandes dotes interpretativas…
-          Y belleza, si me permite el atrevimiento (tartamudeando mientras se ata los cordones de la bota)
-          Eso… también. (Suena un timbre) ¿Lo ha oído esta vez?
-          Sí, la conversación no da lugar a silencio. Es el timbre.
-          (Sigue sonando) Pero… ¡vaya! ¡ande!
-          Será el pobre…
-          ¿El pobre?
-          Sí, un mendigo
-           ¿Y cómo se llama?
-          No tiene nombre, los pobres no tienen. (Se asoma al balcón, y habla con el pobre desde aquel segundo piso)
-          ¿Qué quiere? (le pregunta alzando la voz)
-          Quiere lo que yo le dé, pan. Pero no tengo pan. ¿Tiene usted?
-          Voy a ver… (mira su bolso) No, hoy no tengo pan.

domingo, 18 de septiembre de 2011




                           Te besaría como lo hice ayer, pero ha pasado tanto tiempo…
                           que ni siquiera recuerdo tu nombre.



viernes, 16 de septiembre de 2011

Lástima de una condena

Tan sólo un chirrido se escuchaba desde el calabozo sombrío en soledades. Allí estaba, mordiendo el lastre de sus cadenas para desprender la fragancia de tantas condenas. Los barrotes conformaban enredados rosales donde margaritas marchistas florecían. Un diminúsculo ventanuco asomaba la Luna a su mundo, solía guiñarle cabizbaja y tuerta.
Sus sombras amorfas se confundían con el mobiliario de un naufragio, se escondían por temor a encontrarse con sus palabras vacías. El eco de aquel calabozo ensordeció los suspiros, las paredes cosieron sus pestañas a las moradas ojeras, turbaban ya sus pensamientos en una fosa de epitafio inopinado.
En aquella eterna nocturnidad, se arrancaba la cabeza para atar sus grilletes con crines de escorpión y desfogaba sus lamentos agujereándose los dedos. La tortura de sus corneas ante sus colmillos hacían esputar humor ácueo a través del tímpano. Sus uñas sangraban sin hemorragias, sus piernas amputadas cojeaban…Condenado, a la condena de condenarse.




[No había un porqué, no en su mundo. Lástima]

jueves, 15 de septiembre de 2011

(A mis 5 años)



-          Vamos hija, sopla de una vez las velas y pide un deseo.
-          Eeem… no sé qué…
Ya desde entonces resultaba indecisa incluso para el placer de desear. Sentí tal presión a mí alrededor en aquel instante, que antes de que mi madre volviera a insistirme por sexta, lo hice: soplé. Y al mismo tiempo que soplaba deseé, deseé lo primero que cruzo mi mente en aquel instante. No di oportunidad a mi titubeante mente, ni lo haría en los próximos años. Siempre lo haría así.
Tras soplar mantuve los labios posicionados, buscando con la mirada la aprobación de todos aquellos familiares. Estaban todos: mis abuelas jing vs jang, mi abuelitos de gafas ahumadas, mis tíos recién casados, los no casados y con hijos, mi tía ochentera de chupa y playeras, mi tío de la movida, mi primo y medio, mi tía adolescente, mi caniche tosco, el bigote de papa y papa, mama y su modelito premamá a lucir, y mi proyecto de hermana.
Cuando vi que empezaban a zarandear las manos y aplaudir, a gritar ¡bien!, y a recordarme que no contara lo que había deseado (sólo hasta que se cumpliera) mientras hacían de mis mofletes una diana de besos, consideré que el momento mareante de aquel soplido para cinco míseras velas había concluido.
-          Menos mal que sólo son cinco velas- pensaba mientras mi abuela jang cortaba la tarta- de lo contrario no habría podido expulsar ni un aliento más  de mis pulmones. Podría hasta haberme quedado sin aire por un estúpido deseo; y si no respiro cómo voy yo al cole el lunes. Y de eso ¡ni hablar! Pues...
Ya desde entonces también era una moza de mente, en demasía, inquieta.
La tarta era casera… de chocolate, el día… soleando, y estábamos sentados bajo la sombra de aquellos Chopos que miraban a aquel río siempre turbio. Todos tenían un pedazo de la riquísima tarta y yo… ya lo tenía.
-          Tio Nono… ¿Ves?- mostrándole el plato desechable- Ya, ya se ha cumplido.
-          ¿El qué?
-          El deseo
-          Jod… vaya, qué pronto. ¿Y qué deseaste?
-          El trozo más grande de tarta.



domingo, 11 de septiembre de 2011

Mitades partidas por la mitad

Desde tu barba mi enredada lengua
salpicaba tu cuello a mordiscos.
Aventuraba mis manos al confín
de tu ombligo aledaño.
Piernas con cojines a los lados,
y empeines pronunciados…
contorneaban agitados Sábados y
sudorosos Domingos venideros.
De mi regazo tu torso,
de mi frente tu vientre,
de mi pubis tu pelvis,
de mis caderas un cambio de acera.
Ciegos que ya no miran hacia atrás,
despedidas que no maquillan un hasta luego,
lágrimas que no lloran más,
corazones podridos de latir,
ruidosos que dejaron de sentir.

sábado, 10 de septiembre de 2011

El poeta

¡No le toques ya más, que así es la rosa!- exclamo madre al ver a Juanín intentando zarandear el rosal para desprender así sus espinas. Eran tan bellas… embaucadoras, que no concebía para sí lo dolorosas y sanguinarias que resultaban entre sus manos.
La belleza de la simplicidad de la vida poetizó todo aquello que le rodeó. Bebía y fumaba a partes iguales. Alimentaba su mente y sentidos sin víveres. Respiraba los versos que desprendía. Los versos llegaron a pintar su hogar de acuarela, a nublar los soleados veranos, a refrescar el rocío de los campos, a tejer algodón en asnos… Sus versos y mi azada izaron rumbos diferentes. Mis cartas y sus poemas nos regalaban una hermandad distraída y alejada.

Una noche madre alerto que los suyos, sus versos, empezaban a torcer su hermosura. Tras una temporada alejado, deshice el camino andado en los últimos años. Llegué por fin a casa del poeta, pero allí ya no quedaba verso alguno para darme la bienvenida.



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¡No le toques ya más,

que así es la rosa!-

La simplicidad de este, el poema más breve de Juan Ramón Jiménez, engrandece al leerse con cautela.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Adivinanzas poetas.




Alto, alto, si me alejo
ancho, ancho, si me acerco,
paso a paso, yo te tengo,
con mis manos te manejo.
Despiertas tras mis siestas
y te nublas con la Luna.
Si me escondo,
te acurrucas en un todo;
si contoneo brioso,
tú secundas afanoso.
Y si sonrío…
tú lo haces sombrío,
Y si enmudezco…
tú amortiguas el eco,
y si converso…
tú rompes en silencio,
y si te estrecho…
tú te esfumas en mi lecho.


[Gracias Gloria, por mi infancia. Empecé hace ya un tiempo a escribir para niños.. demasiado tiempo rodeada de tantos]

sábado, 3 de septiembre de 2011


Tú reflejo en el mío, destella cegando mis recuerdos sordos de un pasado de similitudes. Para espantar los cuervos pendientes de mis guiños… tarareo,  ofreciendo lo cálido de unos brazos entre vientos de tormenta. No más que deleitar tus deleites con el temple de mi voz ronca. Dedicar una melodía sinuosa en aromas, de acogedoras corcheas y fusas… que degustes sin disgustos y sí disfrutes tras victorias.
No hallo en mis manos más que un botón sin ojal, en mi rostro un culo de vaso, bajo mi sombrero una maraña de entramados sueños. No gozo de abundancias, sólo de lo esencial; una voz muda con soltura en la escritura y una mirada nublada, que tan sólo guardan atesoradamente la esencia de esos fulgores de similitudes.

Nada goza de la perfección que los endiosados creen desprender, deslumbra sin temor pequeño soñador.





miércoles, 31 de agosto de 2011

Historias de una Era Fría

    Postrados en aquella cama de un dormitorio infantil, paralelamente cruzados. La guerra ya había estallado y nosotros implausibles contemplábamos el alto techo que distraía nuestras miradas perdidas.
Las pestañas chocaron entre sí haciendo entornar mi boca a la comisura de la tuya. “Un último muerdo” se oía en la nocturnidad de las cortinas zarandeadas por el viento otoñal, inquieto de incertidumbres. La voracidad de este se coloreó de furia, de ira, de mendrugos negros que alimentan la guerra de miseria y penurias.
Los pies desnudos, helados, se hacían eco del rencor que colapsaban ya mis lacrimales -tintados de sangre en carne viva. Tus piernas se abalanzaron sobre mis caderas en un abrazo desesperado, mi rodilla coqueta propinó una estocada en tu entrepierna. Un gemido doloroso. Una carcajada. Mi pecho vibraba aliviado. Deshice, así, el nudo de nuestros cuerpos con un disparo certero.
En la trinchera de tus retinas mirabas confuso la frialdad de mi escopeta. Aún así tozudo, acercaste posicionamiento acortando la distancia de mis mejillas a tu trayectoria con la humedad de una lengua desenfadada. Emboscada que acabaría haciéndome presa, para más tarde acabar siendo torturada.  Así pues, hábilmente dispuse de mis afilados machetes, que chirriaron para llevarse así parte del gusto. La sangre se derramaba entre las sabanas de la contienda.

La furia me llevó a un cuerpo a cuerpo despiadado. Mi torso embistió el tuyo, mis puños se abalanzaron, tus piernas agiles frenaron mi precipitación amarrando mis caderas mientras tus brazos amordazaban mi contorno.Uno rodando sobre el otro en el mullido de un dormitorio infantil. Las lágrimas brindaban destellos en la oscuridad de la batalla. Resoplidos, gruñidos, lamentos… palabras mudas de sentimientos. El rojo y el morado teñían besos mordidos, caricias arañadas… Estratégicamente mi milicia iba ganando terreno a la tuya. Acorralado por el odio de tanto amar, te convertiste en presa de una depredadora. Y entonces, todo saltó por los aires tras la detonación de una bomba.
Cuerpos desolados, decapitados por la guerra, yacían. Quién diría un día nos jugamos la vida en plena Guerra Fría, que gozamos pletóricos de lo exhausto del frenesí de nirvanas en la mismísima frontera del capitalismo y comunismo…
 
 
Me incorporé tras el devastador desastre, vistiendo mi rostro de luto por todos aquellos caídos. Despojada me perdí entre las sombras de aquel hastió y desolado paraje. Me exilié ante aquella barbarie acometida.  


*M & G, fueron amigos, amantes y contrarios durante el tiempo que duró la Guerra Fría. Al terminar esta comenzaron una vida un común sin la complicación de ningún muro. Sin embargo, un muro comenzó a construirse entre ellos con el paso del tiempo. A , el hijo que esperaban no nacería.


[Berlín, 2011. Uno de los relatos que escribí en mi último viaje.]


sábado, 27 de agosto de 2011

The journey begins,

begins in the same place as always,
where that journey ends…
Just what I take with me
and where I’m taking it.
After all, I have the freedom,
my  freedom to run,
 to dream, to life…
 Every step will become an experience,
every experience will become a journey,
and every journey will bring me closer to my dreams.


viernes, 26 de agosto de 2011

Cuando no muere… mata

Aquellos que no morían, mataban. Aún así, fueron los más los que perecían; tantos lo hicieron en el pasado, que ya había perdido la cuenta de los nichos que tuvo que administrar cronológica y alfabéticamente. Pues a veces, los nombres se repetían en los epitafios, incluso los había que por catalepsia se les daba muertos y volvían del más allá al más acá para más tarde volver por donde vinieron. No obstante, sus versos resultaban de lo más variado, denotando la personalidad de cada uno de ellos. Los había onomatopéyicos, repletos de floritura, parcos, abrumadores, exasperados, incluso conmovedores. Fueron lo que fueron, no más que cenizas tempranas abocadas a una urna acristalada de remaches en dorado.
El cementerio, sombrío y aburrido, ansiaba para sí que algún infame diera muerte a aquel sepulturero derrotado, afligido... 

jueves, 25 de agosto de 2011

Telas de hoja

   

    Naufragaba por la Calle del Barco, dirección Desengaño para alcanzar la de la Luna en una noche propicia para consolación de una garganta reseca. Sin encontrar los bordillos de las aceras tropecé con el reflejo de una mirada, un tanto lasciva, desde la lejanía de un bar plagado de ese tipo de personajes de negro, patillas pronunciadas, barbas asilvestradas y tatuajes envestidos.
Resulté un tanto encontradiza al cruzar aquel bar en busca de un trago. Me seguiste la pista, memorizando cada una de los surcos de mis tacones. Bastaron dos tragos, para que tu instinto díptero se obsesionara con aquel jugo. Te emborraché mientras tú pagabas una ronda de piropos, palabras amables, susurros esperados, sonrisas correspondidas y pensamientos encontrados. Reí tus historias, interesándome más por la expresión vivaz de tu barba desaliñada al compás de tus labios.
Unos minutos en el baño para acicalar tu virilidad - y tal vez empolvar tu nariz- me bastaron para coserme un "no" en la frente; así te emplearías a fondo para llevarme a un lugar apartado de los alcohólicos desconocidos. Sin embargo, sería yo quien te camelaría hacia él con el dulce olor  de unos labios ensalivados; y entonces, me besarías con la voracidad que un cazador afana su presa, mientras caías así en la trampa de mi lengua. Fingiría no derretirme cuando tus manos se enredasen en las costuras de mi sujetador buscando ansiadamente unos pechos dispuestos. Susurraría que tu ternura acariciase mi piel lentamente para sacar, así, el feroz animal que te domina. Te calmaría con el abrazo de mis piernas hirviendo, te vendería al oído mi voraz hambruna, la urgencia de sentir aquel peso, incluso mordería el rastro de otras en tu piel…

Aquel oasis se esfumó entre el vetado humo del bar, tu mirada en espera seguía clavada en la mía y tus piernas no se tenían. Congestionado me ansiabas. Sin mediar siquiera palabra pagué lo debido, crucé la puerta sin miramientos. Caíste en la trama de mis pasos, siguiéndolos embebido en tus deseos. Resultaste tan predecible…



[Fragmento modificado de uno de mis relatos, al cual quiero darle un giro y una continuidad. Espero que el resultado no sea predecible…]


miércoles, 24 de agosto de 2011



 
Las arrugas empezaron ya a anunciar su madurez cuando aún era joven, aunque esa expresión risueñamente juvenil nunca consigo evaporarse de su mirar. Hoy estas se agolpan conformando pliegues y formas diversas, narrando historias pasadas, albergando lágrimas derramadas, carcajadas desbocadas… A veces, furtivamente las miro imaginando algunas de esas historias; hasta alcanzar el comienzo de su frente aterciopela, siempre despejada y despreocupada por principio de calvicie alguno. Esta lleva de camino a ese sedoso pelo cenizo con el blanquecino de lo que el reloj marca; sus cabellos a veces se mecen rítmicamente propulsándome a acariciarlos irremediablemente como hierba fresca en primavera.   
Su rostro, aún es el de aquel niño sesentero, que parece reírse de aquel pacto que rechazo del mismo diablo; las mejillas, aún más guasonas, se prestan desafiadamente imberbes surcadas por sinuosas rugosidades. Crecí con una figura varonil sin gastos en barberos, lo cual supuso un problema de adaptación en mi adolescencia al verme rodeada de chiquillos de patilla ancha y perilla.  
No sólo un rostro lo acompaña, su corta complexión aún conserva aquella agilidad, musculatura y agujetas de internados, servicio a la patria y sindicalismo. Esto, de igual modo, supuso un problema de adaptación en mi juventud; no concebía las barrigas cerveceras tempranas ni el pasotismo social-político de varones zalameros.
Una fragancia de genio, compresión, bondad, derroche de artes y don de gentes, desborda su singular frasco; estos aromas perfuman a menudo mi mundo plagándolo de alegría y caos en partes iguales. Pero su silbido, atento siempre, hace que nunca llegué a perderme entre la muchedumbre de este mundanal chambón. Hecho, que podría suponer un nuevo problema; sin embargo, comprendí no necesitar encontrar en ajenos de lo que ya dispongo.


A el hombre de mi vida, gracias.