domingo, 22 de mayo de 2011

·Eligĕre·

Elección.

Mamé, ni siquiera me dieron elección, trazaron mis pasos en el camino de lo establecido; incluso antes de que pudiera ver la luz de aquel mundo que ya me esperaba con la palma abierta - la de la malnacida que azotó mi trasero.

Derramé lágrimas desde los comienzos hasta el que hoy se anuncia, mientras, un ente aguarda expectante lo morboso de mi intranscendencia. Esta sombra acechante del deber ser -verbo que a duras penas consigo conjugar con fluidez- atosiga azuzándome a caminos bifurcados.

Encarrilé, a los ojos de los correcto, mi incipiente para manejar las artes apropiadamente necesarias para un cuándo, dónde, cómo y porqué; no pude empuñar un pincel para crear colores de la nada o del todo de mi efímera.   

Elegí: Blanco sobre negro, negro sobre blanco, vacio o lleno. Tan sólo mis gritos mudos son capaces de desbordar el vacio del blanco con unas gotas de negro, para salpicar la plenitud de un negro delineado curvamente con lo blanquecino de los difuminados caminos bifurcados.

Traté, de establecer la definición exacta, atinar a dar y no desparramar.

Reflexioné en el lecho nocturno de lo ajeno, para no viciar la elección con el salvaguardo de lo conocido. Inevitablemente la influencia enturbiaba la elección. Guía establecida: el deber del ser, lo político de lo correcto, lo esperado… Algo para mí fin. Su fin.

Giré: Ni frente ni espalda, ni norte ni sur, ni izquierda ni derecha, ni blanco ni negro. Explorar.



Incertidumbre.

En la elección.

En la soledad de mi propio deber, el de nombrar por elección para cargo o dignidad – de quién-, la preferencia hacia alguien o algo para un fin -cuál.




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