viernes, 25 de marzo de 2011

Lizt...






Se cerraron tus ojos…
y con ellos la melancolía que albergaban, el misterio profundamente oculto,
el hechizo de esos azulados,
las lágrimas contenidas,
los amores silenciados a la sombra de tus pestañas…



Genuinactriz. Lizt.

martes, 22 de marzo de 2011

Calidad y cantidad.


Raquel Castán | Madrid 22/ o3/2o11

Calidad y cantidad hídrica hermanas siamesas que deben ir indiscutiblemente de la mano. Sin embargo, resulta complicado que estas lo sean ya sea por períodos recurrentes de sequia o vertido de crudo que hacen desvirtuar el concepto.
Aún así, el Día Mundial del Agua ha amanecido, ante un panorama internacional un tanto truculento, con una nueva propuesta: Agua para las ciudades: respondiendo al desafío urbano. Centrándose en el impacto, a nivel mundial, del rápido crecimiento de la población urbana y su industrialización, y en la incertidumbre causada actualmente por el siempre controvertido cambio climático, los conflictos y desastres naturales sobre los sistemas urbanos de abastecimiento de agua. Para ello, la UNESCO -en su planteamiento- trata de alentar a los gobiernos, organizaciones, comunidades y personas a participar activamente y así responder al desafío de la gestión del agua urbana.
Resulta de especial importancia este planteamiento, pues la demanda de agua está aumentando por el crecimiento de la población, el éxodo hacia las ciudades y la industrialización. Este éxodo rural ha creado también condiciones sanitarias extremadamente precarias en los núcleos urbanos, donde se producen asentamientos en ocasiones sin previa planificación. A esto se le suma que la población urbana está aumentando más rápido que la capacidad de adaptación de su infraestructura; y esta falta de infraestructuras impide un acceso adecuado al agua y saneamiento, debido en gran medida a una mala gestión, sobre todo en los países en vías de desarrollo. Un plus a todo esto es la generación de desperdicios y contaminación entorno a estos medios, y su consecuente degradación que agrava la problemática. Recordemos que la falta de agua puede originar tensiones entre las comunidades o entre países pudiendo ser la causa de conflictos importantes.

Por último unas cifras. 1.100 millones de personas en el mundo carecen de acceso a un agua segura y 2.400 millones de personas no tienen acceso a instalaciones sanitarias básicas y  alrededor de cuatro millones de personas, en su mayoría niños, mueren por enfermedades de origen hídrico, cada año - según la OMS. NO ME GUSTA.





[Fuente:UNESCO.org]



domingo, 20 de marzo de 2011

Melanin Activating





I woke up in the morning and the sun light hurts my eyes. The wind whispers: “Take a breath. The day is gonna be a long one...” Japan is in a race to avert disaster at a plant wrecked by an earthquake and tsunami, and Libya is ready to fight a "long war" to defeat Western forces attacking his country…  Sun. There is sun over our faces. Our bodies are enjoying the lovely day. I look while you’re saying: “It’s the happiest that I’ve ever been”
The sun blinds us to the storm clouds…
I’d like to say “What’s wrong with us?” but I just close my eyes cause the sun light hurts my eyes.




                                                                                                                 [Photo: Sevilla.Model-Unknown]





sábado, 19 de marzo de 2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

Desde Nihon

Después de una larga temporada en paro, como otros tantos, conseguí un puesto en una conocida agencia de prensa como reportera. El comienzo fue duro sin duda, más aún cuando me mandaban a cubrir noticias del estilo “La nieve llega a la sierra norte de Madrid con el final del año”, “Señora de 80 años ataca con su bolso a un atracador cuando este intentaba arrebatarle el mismo”. No podía decirse que fuera de un rigor periodístico brutal, pero al fin y al cabo era un trabajo, remunerado.
Después de un año cubriendo noticias del estilo decidí salir de aquella rutina haciendo algo distinto en mis momentos ociosos. Japonés. Decidí aprender el idioma nipón, al menos durante una temporada y evadirme de aquella frustrada vida acomplejada carente de sal. Paradójicamente el nipón enlazó con una oferta de traslado laboral, corresponsal en Japón nada más y nada menos. Mi jefe consideró que mis dos meses de iniciación al chapurreo japonés serían suficientes para desenvolverme en el país y trabajar desde allí un año. Mi primer trabajo sería cubrir eventos como Ueno Sakura Matsuri- El festival de la flor de cerezo, Hina Marsuri- Festival de las Muñecas, durante mis primeros meses. Llegué a Tokio poco después del comienzo del nuevo año. Nada como empezar en un país nuevo el año para desapolillarse.
 Todo olía distinto, los sabores aún más, las luces se apreciaban diferentes, las miradas inquietantes, la cultura apasionante a la par que zozobrante, las vistas sobrecogedoras, sus respetuosas gentes apaciguadas, la sociedad del tatemae… era espectacularmente singular.
Hoy en la tarde salí de la oficina en busca de una tarjeta de memoria ante el inexplicable coma que sufrió la que ya tenía. Me hacía realmente falta. De camino al centro comercial próximo me entretuve en un puesto de comida donde no pude evitar comprar el olor de un Yakitori.  Dispuesta a hincar el diente a aquella brocheta, una sensación de vértigo me inundó. Un enorme balanceo, un  temblor impidió ponerme en pie. Se hizo el silencio, y las sirenas empezaron a sonar. El miedo, la inquietud se apoderaron de mi, pero curiosamente la sensación de pánico no me arrastró como consecuencia de un efecto dominó; los japoneses se comportaban de una manera calmadamente ordenada. De camino hacia no sabía dónde observaba como los transeúntes nipones se detenían para ver si había alguna información nueva horas después. La tecnología de la ciudad impidió la concatenación de victimas iniciales. Tokio escapó a lo peor de los daños, pero las áreas más afectadas, las de las costas del Pacífico, fueron devastadas por un tsunami ante la primera onda de choque. De inmediato el Gobierno emitió una orden de evacuación, no hubo tiempo suficiente para mover un número tan grande de personas tan rápidamente.
La oscuridad, ahora cae, el centro y los suburbios no tienen energía eléctrica. Escalofriantes cimbreantes réplicas se suceden, en una noche, que sin duda será larga.


                                                                                                                              [A todas las victimas]


martes, 15 de marzo de 2011

.

  
Se me olvidó que el olvido había olvidado hace ya tiempo aquello.
Se me olvidó que olvidé tus pasos apresurándose a los míos hasta el choque.
 Se me olvidó que olvidé el sonido del impacto de nuestros huesos.
Se me olvidó que olvidé las zancadas de los huesos acompasadas por tus ojos.
Se me olvidó que olvidé tus impasibles ojos reflejando mis carnosos.
Se me olvidó que olvidé los reglados a petición mía.
Se me olvidó que olvidé tus peticiones de saber llegar a tiempo en el momento. 
Se me olvidó que olvidé tus intereses, por momentos, los que despertaban los míos.
Se me olvidó que olvidé el despertar de promesas y devenir de sueños anudados.
Se me olvidó que olvidé los sueños enviados a ninguna parte.
Se me olvidó que olvidé las postales enviadas y recibidas sin remite ni continuidad.
Se me olvidó que olvidé los continuos remiendos descosidos y las riñas de cejas fruncidas.
Se me olvidó que olvidé el tacto de tus cejas en mis yemas.
Se me olvidó que olvidé tus manos me cobijaban de la lluvia.
Se me olvidó que olvidé el olor de lluvia en tu pelo de aroma azabache.
Se me olvidó que olvidé el aroma de la ropa revuelta en sábanas.
Se me olvidó que olvidé como mis ropas se deshojaban al caer el cálido Sol.
Se me olvidó que olvidé el calor de ese aliento y gelidez de esos lazos en forma de brazos. 
Se me olvidó que olvidé los brazos en esa barandilla, el picor de alfombra y el mármol   escalonado en mis pies.
Se me olvidó que olvidé las tortuosas escaleras embarradas hacia a tu cobijo.
Se me olvidó que olvidé la ausencia de lecho que provocaste en las oquedades de días de misa.
Se me olvidó que olvidé el hueco que quedaba entre tus dientes al sonreír.
Se me olvidó que olvidé la partitura de tu sonrisa, de tus valores y principios, que mi guitarra no fue capaz de interpretar.
Se me olvidó que olvidé la capacidad de sumar problemas subjuntivos con juicios de valor.
Se me olvidó que olvidé el subjuntivo de enconar en contra.
Se me olvidó que olvidé el encono de las supuradas heridas.
Se me olvidó que olvidé las cicatrices de mi propia traición excusándome en un amor sin miramientos.
Se me olvidó que olvidé el anhelo de un amar tras unos puntos suspensivos.
Se me olvidó que olvidé el punto y final que me condujo al olvido.
Se me olvidó que te olvidé.

martes, 8 de marzo de 2011

Mujeres.





Pensé en escribir un ensayo justamente merecedor para todas a aquellas mujeres que hacen posible que hoy se celebre este día; refiriéndome , por supuesto, tanto a aquellas que trabajan fuera de sus casas u hogares como las que trabajan dentro. No consiento que se desprecie o infravalore el trabajo que han empeñado y siguen haciéndolo muchas en sus hogares; sin ellas muchas partes de la historia habrían quedado cojas.
 Sin embargo, apenadamente, me ha venido a la mente como todavía existen mujeres sometidas, condicionadas, esclavizadas a religiones, culturas, creencias, sociedades, políticas, leyes, imposiciones, conformidades, normas, estereotipos, dictámenes… Desgraciadamente no todas nos encontramos en esa igualdad que tanto proclaman los Derechos Humanos, aún incluso siendo beneficiarias del Mundo Desarrollado.
Por ello, necesariamente debe gratificarse y ovacionarse orgullosamente, sin ánimo de sexismo alguno, la lucha de mujeres que incluso estando bajo el yugo de la opresión proclamaron, proclaman y proclamarán lo que legítimamente nos pertenece como seres humanos.


[Hoy mi guiño fotográfico va dedicado a unas de esas tantas mujeres, que en este caso vivieron bajo doctrinas y cánones sociales muy dispares a los actuales.]




lunes, 7 de marzo de 2011




Al despertar… legañas al regazo de pestañas, vidriosos ojos vergonzosos, mudos bostezos tartamudos, cabello caótico en enredo, fríos dedos entumecidos, beso de un sueño despojado. El Sol alzándose y un cuerpo se arrastra entre los últimos destellos del pasado sueño, unos ojos que me miran cada amanecer en la penumbra, una amada entre los aspavientos de mis bostezos, una menuda figura que acompaña cada día el reflejo de mi espejo, una sonrisa soñolienta tendida en la repisa, un aliento que deja atrás el sueño; es ella. Sus ojos, allá donde los sueños se desvanecen y el día comienza, sus cabellos los que enredan mis mejillas con sus besos, su sonrisa mimetiza la mía y sus manos despiden mi ida .




               
                                                                                     A ella y sus legañas de buena mañana.


sábado, 5 de marzo de 2011

Con nocturnidad & alevosía [Segunda parte]

 
   Le seguí. Salimos del bar, él, mi grueso abrigo, mis guantes de piel y yo. Le miré, como el que espera una palabra del niño que está aprendiendo a hablar. No articuló ninguna. Puede que sea mudo, pensé. Le hice una seña indicándole si podía hablar. “Evidentemente”, entonó gravemente. Su voz no hilaba, ni muchísimo menos, con su aspecto delicado y un tanto andrógino. Pregunté por mi amiga, contestó pausadamente que se había marchado con prisa, tras un chico moreno; y parecía sonriente. No sabía si creerle… desde luego no, prefería llamarla a casa desde una cabina telefónica para saber si estaba allí con su ligue nocturno.
Me fui, me largué hacia la cabina más cercana sin despedirme, ni presentarme. Mientras andaba frente a la Catedral sentí sus pasos acompasados a los míos y como su sombra se solapaba a la mía por momentos, hasta llegar a desaparecer. En ese momento me giré bruscamente y atónitamente observé como tras mis pasos no había nada, tan sólo mi paranoica imaginación. Retomé, entonces mi dirección… y allí estaba él frente a mí,  clavando siniestramente sus ojos en los míos. “¿Qué demonios…?” exhalé. Esa extraña fuerza me atrajo hasta a él, como ya había sucedido antes; alcancé la distancia más mínima posible a él, el roce del contorno de sus labios. Sentí desfallecer, mi mente se encontraba en un estado de éxtasis desbocado. El aliento que su boca desprendía y su respiración pausada entonaban en mis sentidos una amalgama de sensaciones indescriptibles. Gotas gélidas de sudor emanaban de mis poros, mi vello erizado, mis músculos tersos y mi lengua sedienta; desesperadamente buscaban la compasión de sus ojos traslucidos. Estos traslucidos comenzaron a ensangrentarse sobreexcitaos con el estremecer de mi cuerpo. Entreabrió sus labios y observé unos pronunciados colmillos dispuestos a mi suculento y frágil cuello, este palpitaba aceleradamente por una respiración sobresaltada. Se le notaba sediento, tanto que sus caninos desplumarían mi menudo cuerpo. No obstante, deseaba ser devorada por esos pronunciados caninos y sus jugosos labios. Jadeantemente ansiaba que su cuerpo culminara el mío, deseaba ser poseída por esas garras que se afilaban por momentos con el reflejo de la Luna. Era una presa vulnerable entre las garras de un depredador, aún así mi mirada entornada se mostraba poderosa. Seductora de un carroñero que suplicaba lamer mi sudor, saborear mi sangre y embeberse mis vísceras. Altiva me sonreía benevolente, complaciente de su deseo de saciar su sed de vida. No importaba que pasara con mi efímera presencia terrenal, la grandiosidad me ensalzaba, esa divinidad concedida por él espantaban la humanidad que quedaba en mi. Mis ojos desmayados se cerraron, mi lengua se sirvió fría, mis manos se congelaron al rozarle, mi mente se nubló y se empañó de vértigo; sentí perecer, lentamente. Un fuerte soplo de aire producido por un enérgico movimiento hacia mi abrazo paralizó mis latidos y secó mi sangre. Él y mi inerte cuerpo se esfumaron de aquella plaza con aquel soplo.

Sudorosa desperté, con el sabor de una arcada ensangrentada. Una sensación de agotamiento me inundaba. Me encontraba en casa. Mis vista desenfocada levantó la mirada, se puso en pié y avancé lentamente hacia la ventana con la persiana bajada. Todavía era de noche, qué extraño. Bajé la mirada desconcertada, toda mi ropa estaba por el suelo y yo estaba desnuda. De entre aquella ropa maloliente asomaba una pequeña bolsa transparente que contenía unas cuantas pastillas. De nuevo, había vuelto a pasar, lo había vuelto hacer… y de nuevo los recuerdos de los últimos acontecimientos eran vagos y confusos. Unos oscuros ojos azules y la sensación de desesperación, angustia y éxtasis cruzaban mi mente.
Percaté mi atención en unas machas sonrojadas en el cuello de mi camisa, reparé en que mis manos tenían la misma rojez. Me apresuré al baño, frente al espejo el reflejo de mi misma era tenue, tanto que apenas podía distinguirme. Mi reflejo se desvanecía por momentos. Esas mismas manchas, también pintaban el contorno de mi boca. Sangre. Me toqué los labios, aquella era reciente. Asustada corrí despavorida hacia la habitación de Martina. Al entrar, la encontré postrada en aquel futón, con los brazos relajados, las piernas abiertas, y el cuello ensangrentado; estaba desangrada por un voraz mordisco en el mismo. Yacía. Mi corazón latía cada vez más despacio, hasta que dejé de sentirle, se paró mientras mis jadeos… expiraban mi ansiedad e inspiraban mi renacer.

jueves, 3 de marzo de 2011

Con nocturnidad & alevosía [Primera parte]


Don't need reason, don't need rhyme. Ain't nothing, I would rather do. Going down.  By the time, my friends are gonna be there too, eh. I'm on a highway to hell, on the highway to hell. Highway to hell. I'm on the highway to hell. No stop signs, speed limit, nobody's gonna slow me down. Like a wheel. Gonna spin it…
  Mis pies se movían al ritmo de las vibraciones producidas por los altavoces de aquel Bar, y la cerveza hacia el resto; mientras esperaba que Martina saliera del baño. Eche un vistazo alrededor, caras conocidas, sombras bajo los vasos de la barra, un grifo que goteaba alcohol, humeante calor humano y pitillos encendidos… Reparé mi mirada perdida en él, sin ser consciente le miré como si fuera a precipitarme a sonreír un saludo. Contuve la respiración y giré la mirada sonrojada hacia el tercio ya vacío que perecía en la barra.
“Cuánto tarda esta chica…” pensé. Seguro que ha tenido algún percance en aquel minúsculo aseo. No falla, siempre pasa algo en el mismo; sea por falta de clínex o exceso, por aventurarse a jugar con la maquinita expendedora, por peleas de féminas o incluso por las escenas más sórdidas jamás vividas. Mientras mi mente revivía aquellas anécdotas empecé a sentir una inquietante mirada clavada en mis labios. Mi mirada desde luego llamó su atención y a su vez  mi vergonzosa personalidad bañada en cerveza se manifestó. Nunca nada había conseguido ocultar mi carácter vergonzoso, ni siquiera con la más alta graduación de alcohol. Así pues, fortifique mi mirada sumergiéndola en mi enorme bolso y en hacer que buscaba algo que no encontraría hasta que Martina volviera del baño. Aún así, las corrientes de “El Antro” arrastraban su aliento hasta mis mejillas, escalofriando mi cuello desnudo.

Estaba decidida a ir a la búsqueda de mi amiga, cuando una fuerza extraña paralizó mis pies. Tratando de despagar alguno de estos de aquel pegajoso suelo intenté esbozar alguna palabra, incluso mi voz había quedado pegada al suelo y sin poder volver a su cobijo. Qué demonios pasaba. Desde luego algo había obnubilado mis sentidos y probablemente los de Martina también, tardaba demasiado. ¿Estaría bien?
Entonces giré mi cuello hacia la barra, donde la luz del cigarro del camarero hacia denotar su presencia, intenté pedir ayuda por muy costoso y surrealista resultara. Mi mirada estaba clavada en el humo que desprendía la nariz del camarero, entonces una extraña atracción movió mi cabeza de manera refleja hacia él. De nuevo me miraba, desconcertada aprecié su pálida tez, y mis piernas independientes ya de mí, me dirigieron hacia él. Suficientemente aproximada a él, mis pies se detuvieron y mis palabras volvieron a brotar. Atropelladamente le intenté explicar aquella extraña situación y que debía ir al baño en búsqueda de mi amiga, él se limito a esbozar una media sonrisa, no más. De nuevo, aquella misma atracción me impidió moverme de su lado o intentar articular palabra. Lo único que permitía mi cuerpo era clavar mis ojos en los suyos y ver exasperadamente a través de estos como mi inmóvil cuerpo desesperado de angustia quedaba atrapado en su retina.
Él no hablaba, se limitaba a mirarme. Yo, gritaba entre el eco de mi entrañas tratando que a través de alguno de mis poros llegara el mensaje al exterior. Inquietantemente comenzó a aproximarse, sin dejarme opción a retroceder; se acerco lo suficiente como para poder ver lo que sucedía dentro de la oscuridad cavernosa de mis ojos. Aquella extraña sensación volvió a mí mientras él contemplaba mi huidiza mirada, traté de respirar profundamente, pero algo asfixiaba mis pulmones, me quedaba sin aire, sin que el resto de mi cuerpo fuera consciente siquiera. Parecía que mis órganos eran independientes entre sí, desconocidos en una misma familia. Mi mente se nubló por un momento y mis ojos vacilaron mi visión desvaneciéndoseme por un momento la cara de aquel muchacho, mis pies se precipitaron ladeándose y mis rodillas flojearon; antes de caer en redondo al suelo él me cogió sobrenaturalmente y mi cuerpo volvió a su ser. Asustada me aparté de él, miré alrededor, nadie se había percatado de lo qué sucedía, todos seguían a sus cervezas, chistes, muerdos, anécdotas, canturreos…

Rápidamente me dirigí a la puerta del minúsculo aseo de señoritas con la única idea de rescatar a Martina y salir de allí. Abrí la puerta con la fuerza de un Titán enfurecido, no había nadie en el lavabo pero la puerta de WC estaba cerrada, toqué la puerta y grité su nombre, no contestó. Aporreé la puerta y volví a alzar mi voz con su nombre, nada. Desesperadamente volví a aporrearla, hasta que el pestillo sonó. De allí salió, una chica bajita con rastas y con piercings por doquier. “¿Mar, Mar…Martina?” pregunté sin saber qué decir. “¡Qué coño, Martina, ni Martina! Si tanto te meas o tantas ganas de colocarte tienes vete al de tíos, ¡tronca! ¡Qué casi tiras la puerta!” berreó la escuálida chica.  Dio un portazo y se fue.
Horrorizada, me apoyé en una de las paredes mientras veía reflejada en el espejo mi pálida cara y como de mis ojos iban desprendiéndose angustiosas lágrimas. Mi cuerpo pesaba tanto que me senté en el suelo, llorando desconsoladamente. Pasados unos minutos, me puse en pie. Al salir del baño, apenas quedaba gente en el bar, tres tíos bebidos en una esquina riéndose a carcajadas, una mujer cuarentona sola al fondo de la barra, una pareja dándose el lote junto a la máquina de tabaco, y él a unos pocos metros de los aseos. Aún más desconcertada miré mi reloj, sólo habían pasado escasos minutos desde que entré al aseo en busca de Martina y  por entonces el bar estaba hasta arriba. “Qué, qué… pasaba” preguntaba mi alter ego mientras él se acercaba a mí. Se acercó lo suficiente como para ver que me guiñaba un ojo y  hacía un gesto con la cabeza hacia la salida del local. Quizá él sabría dónde estaba mi amiga.