jueves, 3 de marzo de 2011

Con nocturnidad & alevosía [Primera parte]


Don't need reason, don't need rhyme. Ain't nothing, I would rather do. Going down.  By the time, my friends are gonna be there too, eh. I'm on a highway to hell, on the highway to hell. Highway to hell. I'm on the highway to hell. No stop signs, speed limit, nobody's gonna slow me down. Like a wheel. Gonna spin it…
  Mis pies se movían al ritmo de las vibraciones producidas por los altavoces de aquel Bar, y la cerveza hacia el resto; mientras esperaba que Martina saliera del baño. Eche un vistazo alrededor, caras conocidas, sombras bajo los vasos de la barra, un grifo que goteaba alcohol, humeante calor humano y pitillos encendidos… Reparé mi mirada perdida en él, sin ser consciente le miré como si fuera a precipitarme a sonreír un saludo. Contuve la respiración y giré la mirada sonrojada hacia el tercio ya vacío que perecía en la barra.
“Cuánto tarda esta chica…” pensé. Seguro que ha tenido algún percance en aquel minúsculo aseo. No falla, siempre pasa algo en el mismo; sea por falta de clínex o exceso, por aventurarse a jugar con la maquinita expendedora, por peleas de féminas o incluso por las escenas más sórdidas jamás vividas. Mientras mi mente revivía aquellas anécdotas empecé a sentir una inquietante mirada clavada en mis labios. Mi mirada desde luego llamó su atención y a su vez  mi vergonzosa personalidad bañada en cerveza se manifestó. Nunca nada había conseguido ocultar mi carácter vergonzoso, ni siquiera con la más alta graduación de alcohol. Así pues, fortifique mi mirada sumergiéndola en mi enorme bolso y en hacer que buscaba algo que no encontraría hasta que Martina volviera del baño. Aún así, las corrientes de “El Antro” arrastraban su aliento hasta mis mejillas, escalofriando mi cuello desnudo.

Estaba decidida a ir a la búsqueda de mi amiga, cuando una fuerza extraña paralizó mis pies. Tratando de despagar alguno de estos de aquel pegajoso suelo intenté esbozar alguna palabra, incluso mi voz había quedado pegada al suelo y sin poder volver a su cobijo. Qué demonios pasaba. Desde luego algo había obnubilado mis sentidos y probablemente los de Martina también, tardaba demasiado. ¿Estaría bien?
Entonces giré mi cuello hacia la barra, donde la luz del cigarro del camarero hacia denotar su presencia, intenté pedir ayuda por muy costoso y surrealista resultara. Mi mirada estaba clavada en el humo que desprendía la nariz del camarero, entonces una extraña atracción movió mi cabeza de manera refleja hacia él. De nuevo me miraba, desconcertada aprecié su pálida tez, y mis piernas independientes ya de mí, me dirigieron hacia él. Suficientemente aproximada a él, mis pies se detuvieron y mis palabras volvieron a brotar. Atropelladamente le intenté explicar aquella extraña situación y que debía ir al baño en búsqueda de mi amiga, él se limito a esbozar una media sonrisa, no más. De nuevo, aquella misma atracción me impidió moverme de su lado o intentar articular palabra. Lo único que permitía mi cuerpo era clavar mis ojos en los suyos y ver exasperadamente a través de estos como mi inmóvil cuerpo desesperado de angustia quedaba atrapado en su retina.
Él no hablaba, se limitaba a mirarme. Yo, gritaba entre el eco de mi entrañas tratando que a través de alguno de mis poros llegara el mensaje al exterior. Inquietantemente comenzó a aproximarse, sin dejarme opción a retroceder; se acerco lo suficiente como para poder ver lo que sucedía dentro de la oscuridad cavernosa de mis ojos. Aquella extraña sensación volvió a mí mientras él contemplaba mi huidiza mirada, traté de respirar profundamente, pero algo asfixiaba mis pulmones, me quedaba sin aire, sin que el resto de mi cuerpo fuera consciente siquiera. Parecía que mis órganos eran independientes entre sí, desconocidos en una misma familia. Mi mente se nubló por un momento y mis ojos vacilaron mi visión desvaneciéndoseme por un momento la cara de aquel muchacho, mis pies se precipitaron ladeándose y mis rodillas flojearon; antes de caer en redondo al suelo él me cogió sobrenaturalmente y mi cuerpo volvió a su ser. Asustada me aparté de él, miré alrededor, nadie se había percatado de lo qué sucedía, todos seguían a sus cervezas, chistes, muerdos, anécdotas, canturreos…

Rápidamente me dirigí a la puerta del minúsculo aseo de señoritas con la única idea de rescatar a Martina y salir de allí. Abrí la puerta con la fuerza de un Titán enfurecido, no había nadie en el lavabo pero la puerta de WC estaba cerrada, toqué la puerta y grité su nombre, no contestó. Aporreé la puerta y volví a alzar mi voz con su nombre, nada. Desesperadamente volví a aporrearla, hasta que el pestillo sonó. De allí salió, una chica bajita con rastas y con piercings por doquier. “¿Mar, Mar…Martina?” pregunté sin saber qué decir. “¡Qué coño, Martina, ni Martina! Si tanto te meas o tantas ganas de colocarte tienes vete al de tíos, ¡tronca! ¡Qué casi tiras la puerta!” berreó la escuálida chica.  Dio un portazo y se fue.
Horrorizada, me apoyé en una de las paredes mientras veía reflejada en el espejo mi pálida cara y como de mis ojos iban desprendiéndose angustiosas lágrimas. Mi cuerpo pesaba tanto que me senté en el suelo, llorando desconsoladamente. Pasados unos minutos, me puse en pie. Al salir del baño, apenas quedaba gente en el bar, tres tíos bebidos en una esquina riéndose a carcajadas, una mujer cuarentona sola al fondo de la barra, una pareja dándose el lote junto a la máquina de tabaco, y él a unos pocos metros de los aseos. Aún más desconcertada miré mi reloj, sólo habían pasado escasos minutos desde que entré al aseo en busca de Martina y  por entonces el bar estaba hasta arriba. “Qué, qué… pasaba” preguntaba mi alter ego mientras él se acercaba a mí. Se acercó lo suficiente como para ver que me guiñaba un ojo y  hacía un gesto con la cabeza hacia la salida del local. Quizá él sabría dónde estaba mi amiga.

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