miércoles, 7 de diciembre de 2011

Perdidos

La gente se pierde y sobrevive, pasa constantemente. Yo me perdí cuando tenía once años, pasé nueve días  en el Mont Tendre comiendo bayas y limpiándome el culo con hojas de hayas.
Mi familia no se enfadó, ni se asustó siquiera, no se percataron de mi ausencia.  Mi madre estaba en un congreso en Basilea, mi padre probablemente habría aprovechado su ausencia para encontrarse con Verena, su amante. Y Hans se estaría colocando en alguna ciudad de Europa con su banda de rock, mientras decían estar abriéndose mercado más allá de Suiza. Ni se habían enterado.
Conseguí volver a casa solo. No me pasó nada, salvo una descomposición de aúpa por indigestión de bayas y un ligero escozor de ano. Cómo picaba.
La diferencia esta vez… es que Alice tiene, al menos, alguien que la busque… yo. Allá voy Himalaya.