lunes, 16 de mayo de 2011

Caras


No éramos tan diferentes como podía parecer, no era cuestión de color de pelo, pecas o maneras de usar el cepillo. Nuestro nexo iba más allá de lo tangible, éramos dos caras de una misma moneda, sin ser capaces de ver nuestras caras relegadas a la vuelta del canto; sólo lo éramos de ver a quien nos metía en su bolsillo para siempre tener cambio.
Sé que te preguntas qué esconde mi cara a tu cruz, la razón por la cual hacer que él no lanzara de nuevo la moneda al aire. Un día fui de igual modo olvidada entre los papeles emborronados por los garabatos del ego. Dejé de ser aquella moneda reluciente que tanta suerte proporcionaba a sus ojos, el tiempo emborronó mis destellos dejando así de captar su atención. Rodé de mano en mano, cual falsa moneda, no encontré el calor que esas proporcionaban. Con lo que aproveche el roce que todas aquellas sudorosas manos me proporcionaron para sacar brillo al níquel de latón de mi redondez.
Funcionó, volví a captar su atención. Volvía a adorar mi tacto, mi estriado discontinuo, mi luz... No obstante, las espirales mentales que un día intentaron llevarme a cómo, por qué, cuándo… abrieron mis tupidos ojos. Nunca sabría apreciar por muy reluciente que me mostrara mi fulgor. Opté por lanzarme y dejarme rodar, lejos, tan lejos que podría decir no haber vuelto a necesitar destacar para relucir entre otras tantas.

Lástima, nunca veremos nuestra cara o cruz…



1 comentario:

  1. Quiero saber más sobre ese Clan. Me temo que perteneces a este,¡¿eh?!
    Me habría encantado ir a esa lectura el domingo. Echaste suficiente bromuro antes a los asistentes, dado el contenido del relato, no?!

    Descansa.

    Angel.

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