Querida madre,
He decidido que la vida en el campo no está hecha para estas delicadas manos callosas. Necesito aventuras, saber que del mismo modo que pueden llegar a cuartearse pueden resultar suaves como seda.
Quiero amaneceres y chaparrones incrustados en la retina de mis recuerdos. Saciarme de sed y rugir de hambre. Saber lo que es la vida por mí misma, detesto vivirla a través de las palabras vacías de otros.
Me voy para poder volver algún día. Estaré bien, me llevé lo necesario.
Siempre tuya,
Juana.
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