martes, 26 de abril de 2011

Retinas que se desprenden... sangre que no bombea.



La rabia hacía ensangrentar sus ojos hasta el punto de desorbitarse al filo de sus colgaderas pestañas. Desesperó la espera, sin más. Hasta que un día encontró aquella mina antipersonas definiendo la delgada línea de oscuridad entre tinieblas que sus ojos albergaban. Tanta rabia contenían sus vidriosos ojos, que no pudo contener un desbocado sollozo; la nefasta explosión dolorosamente arranco sus ojos. Visualmente mutilada cegó sus sentimientos. Si no era capaz de ver, no lo sería de sentir- así lo pensó. No volvería a avistar quién se precipitaría -torpemente- en su lento caminar interrumpiendo el siempre pedregoso camino.



[Dicen que he cogido color en estos días festivos. Un color oscuro que se refleja en mi mirada, las más veces; debe ser que el tóxico aire de la ciudad empieza a asfixiar mí mirada…]



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