sábado, 2 de abril de 2011

Sed.

Sedientamente mi cuerpo se incorpora de la silla con vistas a nubes que precipitarán a no tardar. Sed. No me costaría el más mínimo esfuerzo dejar correr el agua del grifo y saciarme, no lo haré. No gastaré una minucia de mi esfuerzo para quedar satisfecha, hoy no, mañana tampoco, pasado… tal vez.
Mis labios se agrietan endulzándose contentamente con saliva, mi escamosa lengua apunto de lijar ya mi paladar se revuelve ansiadamente; me susurra: “sólo una, una mísera gota”. No habrá gota alguna que corra entre estos carnosos. Quiero conocer la sensación de desfallecer por la falta; sentir como mi mente ladea su imaginación torpemente hasta un oasis repleto de flujos emergentes,  percibir las salpicaduras de las gotas en mis pies, la humedad que desprende la frondosidad ondulando mis cabellos y retorcerme en el sumergir de esa fresca. Volver a descubrir su textura en mi boca, asomarme ante su transparencia incolora a través de un cristal y sorprenderme con el reflejo que me brinda, que su inodoro sabor penetre en mi olfato y su fuerza entalle en mí su espuma.
Venderé mi sed cerca de un manantial en su virginidad voluptuosa, sin la intención de adquirir ni un suspiro de sus gotas…
Saber de mi irrefrenable anhelo hace desear vehemente, más aún, la contención del mismo; no quisiera avezarme a la necesidad.


3 comentarios:

  1. CON LA FACILIDAD QUE HACES ENTREGA DE LAS PALABRAS, TE FELICITO RAQUEL, SIGUE SIEMPRE CON ESTE ESPIRITU CONSTRUCTIVO Y TE LLEVE POR EL CAMINO QUE DESEAS.


    JUAN CARLOS CASTAN.

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  2. Gracias. Continuaré con este espiritu, seguro.
    Todavía me queda un largo camino para ese "duende", pero gracias.

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