lunes, 25 de abril de 2011

plumbagina.


Dicen que lo hice a sabiendas. Que olvidé aquel lápiz en el hueco de luz que quedaba desnudo frente a lo estrambótico de las lámparas, y el olor a humo caducado entremezclado con la espuma de cerveza que queda olvidada en las comisuras.
Aquella noche cerré mis ojos, un instante mientras entonabas el empiece, e imagine unos esbozos a grafito. Trazos perfectamente indispuestos, temblorosos ante el sonido de tu voz desnuda relatando el desenfreno de sudor masturbado y paredes sordas. Me llevaste de la mano, sin saberlo, a uno de los mundos de los que emergen tus pensamientos ante el boceto de tus labios acompasados.
Dejé al descuido aquel lápiz impregnado de mi olor, de ese que susurra a gritos mi nombre para que no se olvide con los días. Algún día volveré a por él, para estrecharlo entre mis dedos; no quisiera que olvide mi textura ni mi “Botero” trazo. Mientras tanto, confío mi compañero a tus artísticas manos e inquieta partitura mental. Así, a través de ese grafito comparto el remilgo del deseo de un beso que quedó pospuesto para otra nocturna farola, otra acera maltrecha, otras borrosas estrellas.






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