miércoles, 20 de abril de 2011

Juglar


Canta hoy el juglar por las empedradas al amanecer, una canción de pasiones cohibidas por la ferocidad de la ira. Veda de pasión trasnochada da lugar a clemencia de los despojados suspiros a tientas. Doncella que calma su pena tras las colgaduras en dorados. Yacía esta en el lecho, recordando el hervir de su pecho, los resoplidos huracanados que acariciaban sus tímpanos, las calidas manos que apresaban su cintura, los riachuelos de humor que discurrían hacia su epicentro, el atisbo en sus ojos… La fiel felonía a su Señor fue apresada de zócalo y flanco, desterrada a la más de las remotas e inmundas reclusiones. Cantaba el juglar que la voracidad de las mordazas y arenas del  yermo devorarían al infame; entretanto la doncella carcomida por fenecer en vida de puro amor. No volverían sus pechos a mecer sus cabellos, ni sus dedos a coser en él caricias aterciopeladas, el verde esmeralda reflejado en sus pupilas se fulminaría, sus pestañas no dibujarían un nuevo alborecer en las moteadas mejillas, no elevaría su ánima por el deleite de resultar arremetida y su ahogo se perdería entre el oleaje del viento.
Qué nefasto colofón de pasiones tras astas emboladas, el de un frenesí que delirantemente enajenó dos almas cavilosas en el desdén de sus actos; llevándolas al infortunio del martirio. Cenizas de brasas sobre las ascuas vetustas, trova así el viejo laúd acongojado al vislumbrar el perecer de lo fugaz. Alejándose por un callizo entona el juglar a su fiel aliado- “de lo terrenal lo humano, de lo humano lo efímero…”






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