miércoles, 26 de enero de 2011


     Hoy invito yo. Invito a ser tus oídos, tus ojos. En deuda, pero no por estarlo siento que te debo algo. No una explicación, de cómo ni por qué; tan sólo un estoy. Te debo un estoy y estaré, aunque nunca llegué a irme. Grandes males acechan tras la amistad del dar por hecho; ensombrecen y arrugan sentimientos dejando nada claro qué distancia quedó. La gran duda de si nuestra risa volverá a ser la distancia más corta, y un abrazo a tiempo la confirmación del hecho.
Prometo que luche contra guerreros, anacondas, plagas, dragones, hasta seres del inframundo; y ninguna lucha batida en duelo escusa mi mente de esa ausencia, ausentarme. Hirientemente me rasguña la vida adulta en esta ausencia, la tuya y la mía, la de andar para encontrarnos y perdernos caminando. No quisiera perderme, prefiero despistarme y de nuevo encontrarte, como antes, como siempre.  
Que la vejez no construya en nosotros arrugas que difuminen, ni las quebradas voces suenen huecas, ni las manos tiemblen alejando los recuerdos que nos imantaron. Que sean las canas las que hilen los lazos, las cataratas las que nos recuerden aquello ya tan borroso, el bastón aquel que apoye nuestros cuerpos flaqueantes, el audífono el que permita seguir entendiéndonos, la dentadura móvil aquella que contemple nuestras risas…

Así pues, hoy te invito, a un batido de chocolate, a un Rioja, a una caña, a café de Colombia, a mojito (bien fresquito), a sushi, a unas grasientas fish&chips, a tequila con sal… Hoy te invito a un no-hay-excusas-para-querer-seguir-queriéndote.



A vosotros.


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