¡No le toques ya más, que así es la rosa!- exclamo madre al ver a Juanín intentando zarandear el rosal para desprender así sus espinas. Eran tan bellas… embaucadoras, que no concebía para sí lo dolorosas y sanguinarias que resultaban entre sus manos.
La belleza de la simplicidad de la vida poetizó todo aquello que le rodeó. Bebía y fumaba a partes iguales. Alimentaba su mente y sentidos sin víveres. Respiraba los versos que desprendía. Los versos llegaron a pintar su hogar de acuarela, a nublar los soleados veranos, a refrescar el rocío de los campos, a tejer algodón en asnos… Sus versos y mi azada izaron rumbos diferentes. Mis cartas y sus poemas nos regalaban una hermandad distraída y alejada.
Una noche madre alerto que los suyos, sus versos, empezaban a torcer su hermosura. Tras una temporada alejado, deshice el camino andado en los últimos años. Llegué por fin a casa del poeta, pero allí ya no quedaba verso alguno para darme la bienvenida.
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¡No le toques ya más,
que así es la rosa!-
La simplicidad de este, el poema más breve de Juan Ramón Jiménez, engrandece al leerse con cautela.
Raquel, tengo que decir que no dejas de sorprenderme.
ResponderEliminarMuy agradecido por esa canción del Señor Sabina y el resto...
A.