sábado, 3 de septiembre de 2011


Tú reflejo en el mío, destella cegando mis recuerdos sordos de un pasado de similitudes. Para espantar los cuervos pendientes de mis guiños… tarareo,  ofreciendo lo cálido de unos brazos entre vientos de tormenta. No más que deleitar tus deleites con el temple de mi voz ronca. Dedicar una melodía sinuosa en aromas, de acogedoras corcheas y fusas… que degustes sin disgustos y sí disfrutes tras victorias.
No hallo en mis manos más que un botón sin ojal, en mi rostro un culo de vaso, bajo mi sombrero una maraña de entramados sueños. No gozo de abundancias, sólo de lo esencial; una voz muda con soltura en la escritura y una mirada nublada, que tan sólo guardan atesoradamente la esencia de esos fulgores de similitudes.

Nada goza de la perfección que los endiosados creen desprender, deslumbra sin temor pequeño soñador.





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