viernes, 26 de agosto de 2011

Cuando no muere… mata

Aquellos que no morían, mataban. Aún así, fueron los más los que perecían; tantos lo hicieron en el pasado, que ya había perdido la cuenta de los nichos que tuvo que administrar cronológica y alfabéticamente. Pues a veces, los nombres se repetían en los epitafios, incluso los había que por catalepsia se les daba muertos y volvían del más allá al más acá para más tarde volver por donde vinieron. No obstante, sus versos resultaban de lo más variado, denotando la personalidad de cada uno de ellos. Los había onomatopéyicos, repletos de floritura, parcos, abrumadores, exasperados, incluso conmovedores. Fueron lo que fueron, no más que cenizas tempranas abocadas a una urna acristalada de remaches en dorado.
El cementerio, sombrío y aburrido, ansiaba para sí que algún infame diera muerte a aquel sepulturero derrotado, afligido... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario