jueves, 14 de julio de 2011

Valerie

    
        Valerie… em, qué puedo decir. Bueno, puede que extrañe tu sedoso pelo pelirrojo, tu blanquecina piel, tu sexo desenfrenado… y creo que eso es todo, a decir verdad. Desde luego no extraño tus entalladísimos vestidos floreados, nunca dejaban nada a la imaginación, ni tu manera altiva de mirar, y ni mucho menos tus aires endiosados. Además, siempre tuviste la lengua muy larga, la falda muy corta, el culo muy flaco y los pechos muy gordos.
Siempre decías que íbamos a medias pero nunca pagas las cuentas. Te gustaba creer que eras rebeldemente desenfada, yo creo más bien que eras una trastornada. Para más tu manía persecutoria, fobias, celos desmesurados y adicción a las drogas hacían que tu existencia estuviera signada por la fatalidad, los abusos, los extremos… como si fueras uno de los personajes de William Burroughs. Tu vida fue digna de un cut up, difícil de entender en una lectura rápida.
Lo único que realmente me dio por culo, fue que a los dos nos gustara dormir en el mismo lado de la cama. No lo soportaba. Por ello tomé la decisión: quiero el divorcio.
Te buscaste un buen abogado que desplumara mi cuenta de sexador de pollos, y así pagara todos los destrozos mobiliarios que ocasionaba cada vez que me enteraba de un nuevo tatuado amante.
Desde entonces, te deseé lejos. Prefería echarte de menos que de más. Tu antojada vida me consumía y afligía.

     Hoy me pesa. Estás más lejos de lo que hubiera imaginado. A decir verdad todos los presentes, lo estamos. Siempre pensamos que una sobredosis acabaría con tu bulimia y drogadicción; nunca imaginamos que una jirafa lo hiciera. Eras la reina de la ironía, decías; parece que ella reinó en ti. Nunca te gustaron los animales, ni las ciencias, ni la cultura, y bastó un cabezazo contra la cabeza de la jirafa disecada del Museo de Ciencias Naturales para acabar con todo esto.

A pasar de todo, creo que nunca te dejé de querer.


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