miércoles, 1 de junio de 2011

De trapo


Zumbidos y formas amorfas, circuncidadas en la imaginación de la oscuridad, empezaron a conformar una lista de lo amoroso; del estilo de:

Tienes una mirada penetrante. Linda. Qué rico cocinas. No sé bailar. Me pones cachondísimimo. Te…quiquie..r…o. ¿Te llamabas..?. Menudo culo. Me pasaría el día besándote. Qué bien te ves. Vaya, no sabía que supieras hacer ese tipo de cosas… Te invito a una copa. Me encantas. Creo que nunca dejé de pensar en ti. ¿Me llamarás?. Cuéntame un cuento.  ¿A qué hora sales de trabajar?. Cierra los ojos. No me sueltes. ¿El baño?. Espera… voy a por un preservativo. ¡Mierda!. Quédate a dormir. Tienes algo en el pelo… te lo quito.


Manera curiosa de intentar conciliar el sueño, como si de contar ovejas se tratara. Parecía una buena manera de agotar mi mente con la soñolienta pereza de las palabras amorosas que un día mis tímpanos alcanzaron a escuchar. En vano concilié la realidad con lo irreal de los sueños.
Si el sumatorio de ovejas me resultaba infructuoso, esta nueva técnica lo era más aún; con el añadido del imperdible de la razón que punzaba a veces el sentimentalismo.
La inquietud nocturna -intrínseca- de mi cerebro se veía ahora asaltada por mi “genialidad”. Perfecto. Si pretendía abstraerme con la jugosidad de palabras zalameras huecas, resultó convertirse en un laberinto de desencuentros de condicionales contingentes. Cuan más indagaba en aquellas palabras -meras palabras- mi mente más inquieta se mostraba; intentado en aquel desastroso almacén de lo amoroso indagar entre archivos de recuerdos garabateados con promesas parafraseadas, fotografías instantáneas y sabores olorosos cuanto menos curiosos.
Zalameros recuerdos, pensamientos… como Pirracas.

Este incentivo perturbó nuevamente mi insomnio. Desde hace días no veía a Pirracas. Andaría por los tejados, meloso tras el contonear de alguna gata. O eso quería pensar.
Dejar de pensar, era en lo que quería empezar a pensar.  

Uhm, dejar… Otro asunto debía zanjar; el de serrar el ancla que la nicotina había fondeado en mis pulmones. Resultaba asediada bajo la vigilancia de un enorme mono que manejaba mis impulsos con colecciones de mecheros y parchares de remiendos.

Tantos parches empezaban a hacer de mí una muñeca de trapo. Una muñeca de trapo con insomnio…

    [El Clan de los Búhos]

2 comentarios:

  1. Señorita, veo que empiezas a dar forma al Clan. Me gusta.

    Se me olvidaba, enhorabuena ;)

    Ángel.

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  2. Los Búhos han alzado el vuelo... No hay quien les pare!!

    Gracias, de nuevo.

    Besos&abrazos perdidos entre las ondas ;)

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